En perspectiva, la crítica cultural suele graficarse con unos esnobs entrados en años, gafas de pasta y bigote espeso, que señalan con el dedo índice desde lo alto de algún pedestal autoimpuesto. Pero hoy corren nuevos aires y son los que traen varios ensayistas que, desde una óptica menos almidonada, intentan definir culturalmente las nuevas identidades que forjamos.
Por: Lala Toutonian
Publicado en el suplemento Ideas de La Nación.
4/6/2017
Son voces lúcidas del panorama intelectual que proyectan y diagnostican dilemas de las nuevas miserias y experiencias humanas. Y casi todos ellos vienen de un pasado ligado a la música, desde Simon Reynolds y su paso por las revistas más destacadas del género hasta David Toop que es músico de ambient. Mientras se ubican como testigos -ellos mismos son ávidos consumidores culturales-, ven con rasgos nihilistas una "lenta cancelación del futuro", como denomina el filósofo contemporáneo Franco Berardi, y explican el porqué.
Antes, si se quiere, periodistas de rock, estos ensayistas han devenido críticos culturales que de la mano de la música pueden ver la evolución (¿involución?) de una identidad desdibujada: el hombre sin reflejo.
En esta búsqueda de comprensión de lo social a través de los movimientos culturales, el capitalismo es buen tópico para comenzar. Por eso el teórico británico Mark Fisher, que desde su brillante Realismo capitalista (Caja Negra) adelantaba que, tras buscar una y otra alternativa, el capitalismo parecía ser la única posible de ser pensada. Crítico de las utopías del neoliberalismo, redactor de revistas de rock como The Wire y aclamado k-punk, escribió un libro sobre la muerte de Michael Jackson ( The Resistible Demise of Michael Jackson) que, muy lejos de ser una biografía recta y aburrida, lo mostraba como al niño fetiche zombi peterpanesco que sería la perdición del artista.
Sin hundirse en lo académico, la lucidez de los estudios de Fisher está reflejada en sus títulos y en sus publicaciones, y tal fue el choque con la realidad que no supo colorear más que con tonalidades de grises, y acabó con su vida el pasado enero a los 49 años. Su bellísimo Ghosts of My Life: Writings on Depression, Hauntology and Lost Futures fue su crónica de una muerte anunciada.
La teoría del posrock
En tiempos donde el concepto de posverdad llega para redefinir criterios filosóficos, Simon Reynolds despuntó con el término "posrock" a mediados de los años 90 y no sólo para clasificar un nuevo género musical sino también una flamante corriente cultural. En términos de música rock, los años 60 habían sido psicodélicos; los años 70 pasaron primero en formato dinosaurio pesado y luego "punkarra"; los años 80 fueron poperos y electrónicos; los años 90, híbridos y hermafroditas, así que ya era el momento del posrock.
Reynolds teoriza críticamente a la sociedad y los cambios que van sucediendo a partir de las distintas vertientes musicales y mira cómo cada nuevo subgénero tiene que ver con una contrarrespuesta cultural. Y para ellos también ha escrito en cuanta revista rockera y cultural se precie: Mojo, Melody Maker, Rolling Stone, Spin, además de publicar libros de análisis y antropología musical. Sin crear necesariamente una crisis de identidad, sí refuerza la noción psicosocial al apelar a una semántica histórica musical para entender los nuevos avatares sociales.
"Estudié en Oxford", cuenta el inglés. "Me interesaban la filosofía y la política pero hice historia. Mientras estudiaba, leía sobre cultura y arte, lo que me acercó académicamente a la cultura pop. Fue un pasatiempo así que puedo decir que me formé por mis propios medios, fui un autodidacta. Ahora muchos escritores de música tienen una formación previa en teoría musical o historia de la cultura, lo cual es muy bueno, pero no creo que sea necesario para escribir. La escritura es una experiencia emocional que uno tiene sobe la música." Marxista declarado y situacionista como Deleuze y Derrida, escribe sobre drogas, conflictos de género, clases sociales, problemas raciales, todo siempre referido a la música. Postpunk, Retromanía, Después del rock y Como un golpe de rayoson los títulos suyos traducidos al español y editados por Caja Negra.
Todo sea por la construcción de una identidad. De algún modo, el arte -en este caso, específicamente la música- es uno de los elementos celularmente indispensables para crear el idioma de esa identidad. Así es como estos teóricos musicales (y músicos, en el caso de David Toop) resultan los grandes delineadores de la crítica cultural con la cronología de rock y electrónica bien estudiadas. Toop lo hace desde sus tres Rap Attack, Exotica: Fabricated Soundscapes in a Real World y otros libros, en los que desentraña los orígenes de la música con precisión quirúrgica. La reedición de Océano de sonido, originalmente de 1995, es una gran reseña cultural de la música ambient.
Greil Marcus es un crítico norteamericano que con un posgrado en Ciencias Políticas y una vida dedicada al rock, desarrolla sus ensayos con óptica histórica; como tal, postula al punk rock como un fenómeno cultural transhistórico que conecta filosóficamente a los herejes medievales, los dadaístas y los Sex Pistols. De los más de veinticinco libros publicados, se destacan Lipstick Traces: Images of America in Rock'roll Music, In the Fascist Bathroom: Punk in Pop Music y A New Literary History of America. En español se consiguen Rastros de carmín (Anagrama), Bob Dylan en la encrucijada (Global Rythm Press) y Escritos sobre punk 1977-1992 (Paidós).
El punk experimental
Otro caso es el de Ian Penman, que derivó sus notas periodísticas de rock en verdaderos ensayos filosóficos, sumando elementos culturalmente experimentales al movimiento pospunk, una ebullición de armonías e ideas neoliberales ya alejadas del anarquismo nihilista del primer punk de los años 70. Este influyente inglés, que también escribió para NME, The Wire, The Face, Uncut y otras revistas, se alejó de esta forma de periodismo, alegando que toda esa cultura se había vuelto muy comercial. Su Vital Signs: Music, Movies and Other Manias es de lectura obligada por lo abarcativo de la obra (no está traducida al español).
El ghanés de origen británico Kodwo Eshun es, además de cineasta, un crítico doctorado en literatura de Oxford, que focaliza con una visión muy particular la cibercultura que rodea al género musical y explora el mundo afro con una innovadora perspectiva. Desde la diáspora del hombre negro nacido en otra tierra, encara esa mezcla de culturas a través de la reflexión sobre géneros musicales. Publicó en 1998 More Brilliant than the Sun: Adventures in Sonic Fiction, además de documentales y otros títulos alternativos.
El poder instituyente incluía antiguamente héroes homéricos, es decir, hombres que eran ejemplos de virtud y conducta a imitar. Hoy difícilmente se encuentre un ejemplo a seguir; algunas veces ese lugar logra ser ocupado por un artista. Así, David Bowie hoy resulta venerado y adorado por multitudes gracias a su sensibilidad artística y su aporte cultural a lo largo de todos sus años de carrera en la música y el arte.
Quizás por eso resultan necesarios estos estudios eruditos sobre el rock como respuesta a transformaciones sociales -y viceversa-, para que el análisis social y cultural recoja paso a paso el pensamiento de una sociedad que busca la identidad como objeto de reflejo. Todos ellos analistas -posculturales, neoculturales, contraculturales-, toman el rock como común denominador y a partir de su genealogía intentan explicar el nuevo hombre. El rock, que intentó cultivarse como contrafigura de la moralina social neocapitalista, hoy se impone como engranaje a la hora de redefinir la existencia.
REALISMO CAPITALISTA. Mark Fisher, Caja Negra
OCÉANO DE SONIDO. David Toop, Caja Negra
ESCRITOS SOBRE PUNK. Greil Marcus, Planeta
https://www.lanacion.com.ar/2029509-rockologias-la-musica-como-guia-para-la-critica-cultural
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