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Punk, el hijo rebelde del rock

SIN FUTURO Y SIN REGLAS. Empezó en la música, pero se convirtió en un movimiento contracultural iconoclasta y furioso, que hasta hoy sigue denunciando las desigualdades capitalistas, con un credo ecologista y anárquico; Londres, su ciudad natal, celebra este año todas sus influencias.

Por: Lala Toutonian

Publicado en La Nación

13/3/2016



El 26 de noviembre de 1976 salió a la venta en Inglaterra el simple Anarchy in the UK de los Sex Pistols: así nacía el hijo bastardo de la cultura rock, que en 2016 celebra cuarenta años. Apenas un mes antes de su edición, la banda liderada por Johnny Rotten (hoy John Lydon y frontman en Public Image Limited, digna banda post punk) había grabado esa canción que ladraba a quien quisiera oír que las cosas estaban muy mal. Con apenas tres acordes y unos cuantos alfileres de gancho, revolucionaron con gritos y sin intenciones de virtuosismo musical. Una provocación que derramó rápidamente hacia la literatura, el arte, la moda y el diseño, la política y el activismo social y ecológico hasta nuestros días.

Como hoy, hace cuarenta años la identidad propia y la social eran fundamentales. La alienación, el aburrimiento, la confusión, la frustración existencial, el post hippismo maloliente, la furia y la angustia frente a la desigualdad y la falta de oportunidades eran las claves del momento. Inglaterra sufría los avatares de una economía diezmada, de huelgas mineras, obreros sin recursos y la juventud autocompasiva no veía un futuro. Ni promisorio ni nada: no futuro, el nihilismo mismo. Así, las canciones (de dos minutos de duración, ásperas, desesperanzadas) se convertían en parábolas en medio de ese desorden ominoso.

Este año, Londres y la isla entera se preparan para celebrar los cuarenta años del punk como fenómeno (contra)cultural a través del arte en todas sus formas, las exhibiciones de fotos, el cine, la moda, la literatura y, por supuesto, la música, bajo el nombre de Punk London. La intención es explorar la evolución del punk y sus raíces hasta el presente con una serie interminable de eventos. ¿Que el punk como el pez por la boca muere? Quizá. Hasta el alcalde de Londres estará presente y auspiciando este homenaje, mientras el Heritage Lottery Fund (HLF, el organismo del que depende la lotería británica y que reserva parte de sus ingresos para preservar la cultura y el patrimonio nacional) donó 99.000 libras esterlinas (unos dos millones y medio de pesos) para financiarlo.

"El punk irrumpió en la escena de los años 70 y cambió profundamente no sólo la música, sino también el arte en general, la moda y la cultura para siempre", dice Stuart Hobley, la cabeza del HLF. "Así les dio a muchos jóvenes desilusionados una voz por primera vez. El punk es una herencia icónica como Stonehenge y el Museo Británico y estamos encantados de promocionarlo."

No es sólo una canción

Porque no fue solamente una canción la que disparó esta subcultura: fueron las condiciones sociales, la flemática burguesía, el imperialismo y el corporativismo los factores que llevaron a unos jóvenes a la acción directa y a expresarse políticamente. Clamaban (y lo siguen haciendo) por el antiautoritarismo, la libertad de expresión, el antirracismo y hasta el vandalismo, la destrucción y la toma de la propiedad privada (¿no resulta lo mismo pagar por un pedazo de tierra que pagar por el aire que se respira, acaso?). Frente a la percepción de su propia vacuidad, esta parte de la sociedad pretendía estar fuera. Individualistas -todo amor comienza con el propio-, disconformes, minimalistas, iconoclastas, salpicaron con su ideología el arte, la política y todo lo que se les pusiera en el camino.

El punk, como movimiento subterráneo, se veía en la obligación de crear una nueva imagen destruyendo todo lo precedente. La dialéctica del filosófico "eterno no" ( das ewige Nein) es la que mejor le calza. El mismo filósofo y activista norteamericano Noam Chomsky ha participado con sus discursos en discos de los norteamericanos Bad Religion, sin ir más lejos, con su compromiso político progresista tan característico del género.

Por igual, el punk se compromete y se desentiende de determinadas cuestiones sociales, reformista o reaccionario. Lo significativo resulta la importancia de lo expresado por Walter Benjamin con su choque de efectos: una burla hacia la cultura popular, un ataque sobre el consumo acrítico de un estilo de vida producido en serie y cínicamente sano.

La patada inicial

The Clash ("el choque", en contraposición a la propuesta beatle de la época), los más combativos, convirtieron la música en guerra y el escenario fue su campo de batalla. Joe Strummer, hijo de padre diplomático, señalaba la crisis política del capitalismo como un reflejo de la cultura de Occidente. Lo suyo fue fundamental a la hora de comprender cómo generaciones enteras, hartas de la pasividad de la sociedad, se enfrentaron a quien fuera (la política, la monarquía, la policía, a los conservadores, a sus propios padres) para dejar en claro que una nueva era había comenzado y no necesariamente sería mejor, aunque sí diferente: más ruidosa y colorida. La estética ayudó, claro: perfectamente desaliñados, combinando tartanes escoceses con estampados de leopardo, impecablemente zaparrastrosos y con crestas que desafiaban la fuerza de gravedad paralizaban, primero, el corazón de los ingleses, del mundo entero después.

La pose era (¿es?) la de haberlo visto todo y por eso mismo estar esperando lo peor. Gang of Four ("Banda de los cuatro", en clara alusión al grupo de dirigentes políticos del partido comunista chino), los zurdos de Leeds clamaban cada vez que podían: "Somos todos socialistas", mientras se sacudían con ritmos convulsivos.

Es la identidad como producto. Cuarenta años después, este producto vende millones, paradójicamente en contra de la primera propuesta. Es contradictorio, ¿pero qué otra etapa de la historia no lo fue? Por eso, cuando Sex Pistols se reunió a mediados de los años 90 no dudó en llamar a su gira The Filthy Lucre Tour (La gira del sucio lucro). ¿Utopía onírica? ¿Rebeldía fantástica? Apenas una intención de destino negro como carbón del averno.

En esa primera voluptuosidad de la imagen inglesa se descubría un deterioro de la personalidad. El punk resulta el verdadero hijo rebelde del rock, ya que no sólo nuclea el género musical, sino que además lo traslada a toda expresión artística y política que se precie. Lo esencial era romper las reglas, pero no como cliché sino como hecho. Así, su manifestación fue el pogo: ese baile roto, desincronizado, violento, que sin embargo hermanaba en adrenalina.

Mucha agua ha corrido bajo el puente en estas cuatro décadas, mucho ha ocurrido en el mundo como para que el punk pueda seguir expresándose -siempre habrá una guerra, desigualdad social, hambruna-, mucha nueva atrocidad -el cambio climático que no existía en 1976-, mucha extinción de animales -no es casual que el punk rocker sea en general vegetariano-, mucha crueldad. Por eso con el punk no ocurre como con el resto de los géneros musicales: nunca hay nostálgicos, siempre está pasando algo nuevo, algo malo para denunciar. Como dice Lydon: "El punk siempre vuelve con sus diferentes formas porque la actitud es tan, tan buena. Tiene que ver con la gente haciendo las cosas por sí misma, teniendo el control de sus propios métodos, de su propia cultura".

Este colectivo llama a la acción directa a través de su DIY ( Do It Yourself, hacelo vos mismo): no compres, no consumas. Hacé tu ropa, sacá tu disco, editá tu libro, armá tu sociedad, tu democracia; lo más cercano a una idea romántica del anarquismo. Así nace la industria del fanzine (o punkzine): esas revistas de corto y pego, con fotocopias y reseñas propias, escapando del mainstream como único nexo de comunicación. Sniffin' Glue fue de todos el más destacado; Resistencia fue el fanzine local de la mano de Pat Pietrafesa. Entre los libros, Please Kill Me, de Legs McNeil y Gillian McCain resulta una guía esencial de reportajes a los protagonistas, y entre los autores nacionales, Juan Carlos Kreimer escribió (y publicó en España en 1978) Punk, la muerte joven en aquellos años turbulentos mientras se encontraba en el corazón mismo londinense. Planeta lo recuperó el año pasado.

Punk Not Dead

Pero no todo es enojo en el punk. Más allá de lo combativo y hasta subversivo de su actitud, también había jóvenes adolescentes enamoradizos, como los Buzzcocks, que cantaban a los corazones rotos con melodías que los acercaban al pop. Aquí hay otro dilema: ¿la cultura popular resulta unificante de verdad o se diversifica a partir de la apertura? Como sea, al punk le resultaron válidas ambas propuestas: por un lado aunaron fuerzas entre sus pares y, por otro, se estandarizaron como doctrina.

No en vano el género surgió del corazón mismo del imperio; desde la otra orilla, en Nueva York, los Ramones, Blondie, Television y Talking Heads hacían lo propio desde los tugurios más subterráneos. Como en toda explosión artística aparecieron cientos de bandas en todo el mundo que por igual les cantaban a la injusticia social, al desamor, al nihilismo, a la falta y necesidad de crear una identidad. The Jam, The Damned, Los Violadores, MC5, Die Toten Hosen, Senza Benza, New York Dolls, Los Saicos, Siouxsie & the Banshees, The Germs, Eskorbuto, Dropkick Murphys, Attaque 77, The Lurkers, Black Flag, Cockney Rejects son apenas algunos de ellos.

La ciudad entera de Londres se prepara este año para la gala. Los eventos -a los que el público puede sumar los suyos propios, como invitan los organizadores, en www.punk.london- incluyen, por ejemplo, una muestra de los cuatros artistas más notables del mundo del tatuaje y la exhibición fotográfica Lost in Music, que documenta con precisión histórica toda la actitud revolucionaria del primer punk hasta nuestros días en el Museum of London. Desprendidos de la afamada Fashion Week, diseñadores revelados como los nuevos talentos organizarán un desfile en el Soho (barrio punk si los hay) con la temática como centro de atención. El mejor exponente estilístico es sin dudas Vivienne Westwood (ex mujer del mánager y casi creador de Sex Pistols) y sus extravagantes diseños. El sello Rough Trade (la primera discográfica que apostó e invirtió en el punk rock) organizó varias actividades, mientras la British Library y la Wilkinson Gallery dedicarán su espacio para recibir a John Lydon y hacer un repaso por su vasta carrera. El afamado 100 Club, que supo albergar a todo punk que se preciara de tal, abrió sus puertas este enero para rememorar el 100 Club Punk Festival de septiembre de 1976. "Punk London es la oportunidad de celebrar el período histórico de la música que sacudió como ninguno: enojado, rebelde, fuerte y brillante. Le dio color al mundo y cambió la sociedad para siempre", dijo Jeff Horton, el dueño de 100 Club.

El debut incendiario del simple de Sex Pistols dio pie a este movimiento, un controvertido colectivo que no dejó de sorprender, escandalizar y movilizar a nadie. Nunca. Para siempre.

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