La acción de escribir obtiene una resistencia, un enfrentamiento. Cuatro escritoras –Cabezón Cámara, Ludueña, Urondo y Ferreiroa– profundizan en el presente de la literatura, atravesada por las temáticas de género.
Por Lala Toutonian
Publicado en Perfil.
6/5/2018
Como cualquier otra acción, la de escribir obtiene una reacción y entiéndase por tal una resistencia, un enfrentamiento. En tiempos donde la información se consume desde la lectura en medios gráficos y digitales por igual y sin demora, la escritura puede ser insurgente. Y en aras de este mismo espacio, las mujeres encontraron el modo de hacerse oír: tal el poder de la palabra escrita –muda, sigilosa– es la que grita. Una tarde en Palermo, rodeadas de verde y perros a los pies, las escritoras Gabriela Cabezón Cámara, María Eugenia Ludueña, Angela Urondo Raboy y Cecilia Ferreiroa se sentaron a dar su punto de vista sobre todo lo que acoge al género que, por fin, tanto protagonismo ha cobrado. ¿Apuran las condiciones a expresarse? El compromiso pareciera estar a la orden del día. Son tiempos de debate, reclamos y de Justicia. LUDUEÑA: Yo escribo, soy una persona que escribe, no digo escritora. Diferente es la carrera de Gaby (Cabezón Cámara): ella es escritora. Yo vengo del periodismo, hay algo de ámbitos un poco separados que corren entre sí. CABEZON CAMARA: Es como sacralizar el lugar del escritor. Para mí escritor es el que escribe. ¿Acaso un artista es artista cuando el museo exhibe una pieza suya o lo compra un coleccionista, o ya era un artista? La intensidad de Gabriela Cabezón Cámara, que tiene poetas que se inmolan en Romance de la negra rubia (Eterna Cadencia, 2014) y una periodista en una relación de amor con una travesti que se comunica con la virgen en La virgen cabeza (Eterna Cadencia, 2009), se traduce toda en Las aventuras de la China Iron (Literatura Random, 2017). La China es el Martín Fierro al revés, una narrativa culta, insólita que pone a la autora como referencia obligada de la literatura contemporánea. Maru Ludueña publicó El mundo no necesita más canciones (La parte maldita, 2017) y resulta justamente la antología de cuentos necesarios para estos tiempos. Allí se dan lugar historias sin espacio para el histrionismo. Todo tiene un transcurrir denso, con el desencanto como identidad, lo que tiene atravesado, de rigor, una previa esperanza, cierta candidez. Antes de eso había publicado Laura. Vida y militancia de Laura Carlotto (Planeta, 2015), la historia de la hija de la presidente de Abuelas de Plaza de Mayo, una crónica que hace a una identidad colectiva. Dice Ludueña: “Uno es producto de su orientación de género y eso se traslada a la escritura, tu propia construcción junto a miles de otros factores. Para nosotras, que nuestra infancia fue en la dictadura, es una marca que llevamos de una manera más fuerte que otros que no lo han vivido. O cómo te atraviesan el cuerpo o tu espiritualidad, las emociones que entran más por la percepción que por la inteligencia”. URONDO: Ser escritora es una propuesta, una intención, un lugar desde donde brota la identidad. No sé si me considero escritora ni de tener una militancia con la escritura, siquiera. A mí la literatura me resulta una herramienta, un vehículo como tantos otros soportes para expresar los pensamientos. Sí me encuentro pensando situaciones particulares en los que veo que hay mucha tela para cortar, un terreno a explorar. Quizá en algunos puntos sea autorreferencial. Urondo agrega: “El arte trabaja desde la identidad, hasta un dibujo sobre alguien más está proyectado desde uno mismo, el escritor igual. Tu propia realidad es la que te impacta. Entender que uno es un sujeto histórico atravesado por el momento”. Anyi, la hija de Francisco “Paco” Urondo, sembró semillas en el blog ¿Quién te creés que sos? que más tarde hizo libro (Capital Intelectual, 2012) y desde ese espacio arremetió con una retórica que dignifica a su título: una reconstrucción propia de quien se creyó una antes y resultó otra después (Angela supo que era hija del poeta y de Alicia Raboy, aún desaparecida, a sus diecinueve años). La memoria y la historia se construyen con la palabra. Así, Cecilia Ferreiroa delinea los personajes que se pasean reales –realistas– antes, misteriosos después. El rol de la mujer lo ve: “en la ideología también. Todos tenemos una decisión política para decir algo como si fuera panfletario. Lo político está siempre presente,desde un lugar más inconsciente quizá con una mirada inclusive más pequeña. Pero sin sentir la obligación de hacerlo, que es algo natural. Yo estuve exiliada y residí en Venezuela y en México. En el libro que escribí tomé la determinación no tocar el tema. Entró el formato del exiliado como alguien que no pertenece, que está afuera del sistema con una mirada extraña y eso tiene que ver directamente conmigo, lo que a mí me constituyó como exiliada, pero sin hacerlo políticamente explícito”. —En estos tiempos apocalípticos –que siempre lo son, pero el del momento siempre es el peor–, pareciera que hay cosas que se pueden decir, otras que no. CABEZON CAMARA: Tiempos de mierda. ¿Por qué hay cosas que no se pueden decir? Yo veo que todo el mundo dice de todo con una violencia que me deja pasmada. —Se mantiene la corrección política y se teme expresar una palabra de más. La violencia hacia las mujeres desde los medios más grandes existe. LUDUEÑA: Y hasta los más progres también. CABEZON CAMARA: Se les escapa, no entiendo. —A nuestra generación le falta un paso más de lucha para que nos hereden la libertad. URONDO: Creo que estos procesos de debate abre la posibilidad de cambio. Hay nuevas incógnitas, otras preguntas. A veces son contradicciones que se forman naturalmente en nosotras. LUDUEÑA: Falta un espacio para la transversalidad. Una de las cosas más ricas que tiene el feminismo es su interacción con otras luchas. Que una mujer escriba una columna de opinión no quiere decir que todas pensemos igual sino que hay espacio para todas en el feminismo, pero sigue habiendo poca tolerancia. Hay espacio para las diferencias. Para la que se quiera maquillar o no (risas). Lo que me molesta es el dedo en alto, la mafia del dedo en alto me parece un horror. CABEZON CAMARA: Las feministas somos un gran grupo de diversidad flashera, es lo más rico que tiene, justamente para articular con otros movimientos. —Eso se logró ahora a partir de la exposición. Hasta hace poco era muy diferente. Urondo: El rol de la mujer era tan distinto antes. Hemos trabajado identidades que escapaban al rol de la mujer preconcebida... Hoy creo que hay más armonía. CabezOn CAmara: Esa armonía se traduce en el no me importa nada. Ludueña: Y que salgan a la luz, hacen falta estos debates, bienvenida esta discusión. Cualquier disparador en bienvenido. Matan travestis y a la gente no le importa hasta que leen al respecto. Ojalá se indignara el 1% de la sociedad. Me parece inconcebible el odio. —Todas tienen mujeres muy rabiosas en sus libros. CabezOn CAmara: No me parece tan raro, después de todo somos mujeres. Es como preguntarle a Vargas Llosa si escribe sobre hombres porque tiene miedo que el patriarcado pierda su lugar. Es como dice Anyi, ¿qué clase de mujer crece si no estás metida en un montón de mandatos, si no tenés un molde? Te lo tenés que inventar. Ferreiroa: Las sensibilidades son menos conscientes, creo que es más rico sobre todo a la hora de la creatividad. —La premura lingüística de crear una palabra como femicidio da cuentas de una realidad: están matando mujeres. CabezOn CAmara: Me pregunto si hay que inventar la palabra porque eso se ve o porque hay un momento político que te permite verlo. Es un festival de acontecimientos la historia entera. Urondo: Para mí es interesante pensar cómo la literatura muchas veces se sostiene de la historia y de la memoria. Períodos de oscuridad donde no se podía hablar de los muertos y los libros que lo abordaron se constituyeron como prueba en juicios de crímenes de lesa humanidad. Así se puede dar testimonio a pesar de los vientos en contra. Fundamentos a los que podemos recurrir para dar testimonio de lo ocurrido y la literatura resulta una base fundamental y nos trasciende humanamente. Partimos de la experiencia de una derrota. Las Gulabi Gang son un grupo de mujeres hindúes que armadas con palos de bambúes y saris color rosa que luchan buscando Justicia para las oprimidas y maltratadas. En un país donde las diferencias de castas sociales son tan agresivas, las Gulabi Gang fomentan los derechos fundamentales sin distinción ni forma de discriminación alguna a través del trabajo comunitario y regulando desde pensiones a viudas hasta los arreglos de matrimonios de las niñas. Recuerda Gabriela Cabezón Cámara a Diana, la vengadora. Una mujer mexicana se llama a sí misma Diana La Vengadora quien se atribuye el asesinato de dos choferes acusados de violación: “Ante la ausencia de eficacia de las autoridades para defender a las trabajadoras de los abusos, seguirá el ajuste de cuentas contra los degenerados”, advierte Diana en un email enviado a los medios de Ciudad Juárez. LUDUEÑA: En México están solos, hay más desaparecidos de los que hubo acá. La realidad de Ciudad Juárez supera cualquier ficción y es de una violencia sin comparación. —El escritor Andrew Vachss, antes de eso abogado de niños abusados, tiene una serie de libros donde el protagonista, Burke, ayudado por una transexual se dedica a perseguir a estos criminales. CabezOn CAmara: En Millenium la chica punk es genia. —¿Con qué arma contamos? La pluma. Urondo: Sí. El ímpetu y el coraje están. Y pensar con inteligencia. Ferreiroa: Y pedir Justicia. CabezOn CAmara: Lo que nos queda es unirnos, salir a la calle y hacernos escuchar. Ludueña: Frente a la violación de los derechos humanos no se puede ser neutral, ni como periodista ni como escritora. Urondo: El arma es el pensamiento. Lo importante es lograr entrar a esas estructuras para generar la empatía necesaria para poder sostener la lectura. Ludueña: Es verdad, con el texto pueden bajar línea. Ferreiroa: Para eso vamos a las marchas, para decirlo. —También a mayor visibilidad, más exposición para hacerse escuchar. Urondo: Las cosas cambian primero en casa y siempre se van a topar afuera con el modelo cultural que no lo acepte pero se ha movido la vara. Ludueña: Tinelli hoy no podría cortar la pollerita en la tele. — “Playboy” ya no pone mujeres desnudas. Ludueña: Pero incluye una travesti como si fuera un freak. —Estamos cada vez más etiquetados. Ludueña: Y más compartimentados. La red social está seteada para que leas lo que querés leer. Una vez escolarizado, te rodeás de menos diversidad, el grupo se cierra. En la infancia es cuando hay más diversidad. Las mujeres independientes, las que se atreven a destacar son las musas. Las que incomodan, las que rebaten posturas feministas para indagar aún más sin premisas preestablecidas y reclaman más consideraciones estéticas, psicológicas y de compromiso son las que podrán elaborar discursos que alienten una sociedad justa. Un feminismo que no sea exclusivo de feministas, un movimiento que atrape a quienes crean más que en la igualdad, en la Justicia. Cómo acaso integrar a terceros si no se abre la burbuja, cómo crecer sacudiéndose de los hombros restos de culpas ajenas. El sustrato cultural donde se basa el placer está en riesgo de extinción. Si se llega a considerar una obra de arte como machista, o a Freud como tal, ¡a Nabokov! estaremos perdiendo un principio humano que traspasa el mundo femenino y al masculino. Los cambios sociales no vienen sino tras un trabajo arduo mancomunado, políticas coyunturales que integren las partes y educación sexual entre tantas otras posturas. No es la mujer el eslabón vulnerable, tampoco el varón: el sistema lo es. Su evolución dependerá del aporte de quienes la integran. Cabezón Cámara: Somos muy afortunadas, trabajamos de lo que nos gusta y debemos ser el 2% de la humanidad. Urondo: Hay algo del propósito también. Cabezón Cámara: Y de recurso, también.
http://www.perfil.com/noticias/cultura/mujeres-de-palabra.phtml
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