Ensayo para La Nueva Revista Socialista
Por Lala Toutonian
Camille Paglia, Christina Hoff Sommers, Caitlin Moran, Germaine Greer, Jessa Crispin, Catherine Millet. Voces disidentes dentro de una doctrina que se enfrenta a sí misma. Impetuosas críticas de la victimización de la mujer ponen el dedo en la llaga del feminismo. El feminismo que está hoy, por fin, en boca de cualquier mortal que entienda que todos los modelos renovadores deben cargar con su cuota de radicalidad y decididamente de insatisfacción. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el movimiento parece virar a un feminismo que limita la identidad al género? ¿O a un feminismo de mercado impulsado por el marketing, por ejemplo? ¿Discutiremos sobre qué princesa Disney es la más feminista, acaso, o si la Mujer Maravilla logra verdaderamente empoderar a las mujeres? Estas intelectuales de renombre y un largo haber de publicación de ensayos e investigación académica resultan paradójicamente de una incorrección política como pocas y no se escudan en circunloquios para no fender.. ¿Dicen lo que nadie quiere escuchar o lo que nadie se atreve a decir? Lo de ellas es una crítica a que la conversación cultural del movimiento se vuelva una idea blanda y prosaica, un feminismo de cotillón. Rechazan todo el envoltorio comercial de la corriente femenina y su transversalidad. Toda la estructura del modelo desde lo político (democrático, capitalista, etc.) hasta social (familiar, laboral, etc.) se apoya en una base patriarcal por lo que apura de modo urgente a repensarlo todo de nuevo desde el principio. Sus argumentos se basan sobre el multiculturalismo que da espacio a la diversidad, el focus presente, y destacan que el hecho de que la mujer necesite la protección de la sociedad, revierte al feminismo, como si fuera una cultura que descree de sí misma. Tanta definición de feminismo, consideran, es limitarlo. La mujer no quiere lo mismo que el hombre, quiere otras cosas -más y quiere menos de otras-. Esta praxis, en oposición a la práctica actual, atenta contra el identitarismo y apura estereotipos. Esta tercera ola de feminismo apela a pensar en pequeño, a un estudio abstracto y objetivo y no porque el feminismo primigenio le haya fallado a la mujer, sino para hacerlo más abarcativo. ¿Su estética más urgente? Integrar al feminismo como una ideología. Y como el principio punk, el más anárquico, hay que destruir para reconstruir. No sirve emparchar fisuras, eso no funciona, hay que cambiar de modelo y romper códigos comunicacionales. La magnitud que ha tomado lo femenino logró ¡por fin! poner en crisis el modelo patriarcal, destituit la masculinidad heroica. Y la recesión de los modelos seculares rompen justamente con las tradiciones y es aquí donde se abre el debate para ver dónde situarse para no ser un sujeto desorientado. Ha llegado el momento de ver lo que el feminismo puede hacer de una identidad afirmativa o positiva. No es una lucha contra el feminismo tradicional sino la redisposición del mismo para enfrentar la realidad patriarcal que parecía inamovible sin establecerse a la mujer en un espacio de marginalidad.
Veamos qué dice Camille Paglia: “Me siento completamente fuera de escena”. La americana de origen italiano refiere a su contextualización familiar justamente para destacar que se crió en un ámbito donde tanto el hombre como la mujer tenían su espacio. En abril de este año dijo para El País de España: “Soy una feminista igualitaria. Eso es que exijo un trato equitativo para hombres y mujeres en todos los ámbitos. Y si una mujer hace el mismo trabajo que un hombre, le tienen que pagar lo mismo. Sin embargo, ahora las feministas se apoyan en no sé cuántas estadísticas para afirmar que las mujeres en general ganan menos que los hombres. Pero esos gráficos son fácilmente rebatibles. Las mujeres suelen elegir trabajos más flexibles y, por lo tanto, peor pagados para poder dedicarse a sus familias. También prefieren los trabajos que son limpios, ordenados, seguros. Los que son sucios y peligrosos se los suelen endosar a los hombres, que también suelen estar más presentes en áreas más comerciales. Tienen una vida mucho más desordenada pero eso, por supuesto, se remunera”. Hoy en día, las músicas exigen más exposición en festivales, las periodistas más cupo femenino en los medios, más presencia política en el Estado. Ahora: ¿qué ocurre cuando, por ejemplo estas últimas no representan el real interés del grueso las mujeres? Acaba de ocurrir en el Senado argentino que muchas de las mujeres votadas y elegidas para ser la voz del pueblo, dieron un paso atrás en lo que las libertades de las mujeres refiere: votaron para no despenalizar el aborto.
Continúa la Paglia: “Pero hay otras muchas que prefieren un trabajo más flexible para pasar más tiempo con sus hijos y no dejarlos al cuidado de extraños. El problema del feminismo es que no representa a un amplísimo sector de las mujeres. Por eso se ha centrado en la ideología y en la retórica antimasculina en lugar de hacerlo en el análisis objetivo de los datos, de la psicología humana y el significado de la vida. No creo que la carrera laboral deba ser lo más importante de la vida de una persona. Si permites que tu trabajo defina tu personalidad, es que eres un enfermo. La vida humana está dividida en la vida privada y en la pública. Y es muy importante desarrollar la vida familiar, afectiva... Centrarse sólo en la vida pública puede ser propio de personalidades distorsionadas. Por eso las nuevas generaciones en EEUU se atiborran de antidepresivos. Identifican la vida con el trabajo y eso sólo te puede hacer sentir miserable. En los años 60 el feminismo de izquierdas trataba de atraer a las mujeres trabajadoras y adoptaba las maneras y el lenguaje de la clase trabajadora. En los 70 se empezó a imponer una corriente que se centraba en las burguesas de profesiones liberales, principalmente profesores, periodistas... Ese tipo de feminista que cree saber qué es lo mejor para las mujeres. Pero lo cierto es que sólo están centradas en hacer carrera y no se dan cuenta de lo distintas que son sus vidas de las mujeres de clases trabajadoras que pretenden representar. Hay una actitud muy elitista en el feminismo. Y las periodistas y las que se llaman intelectuales tienen mucha culpa”. Hete aquí otro punto interesante a debatir: la sororidad pretendida no resulta tal. ¿Por qué? Porque el verticalismo le gana a la horizontalidad en cualquier sistema (ni los anarquistas se ponen de acuerdo en esto).
En uno de sus ensayos, Paglia critica que el feminismo haya prescindido de Freud en favor de autores como Derrida y Foucault: “Tampoco se trata de mitificarlo, pero el desprecio a Freud es un desastre para el feminismo porque es incapaz de entender o analizar las relaciones sexuales. Sin Freud no se explica lo que pasa entre hombres, mujeres, hermanos... Y por eso el feminismo es incapaz de construir una teoría del sexo. La realidad es que la única aportación de este feminismo es un análisis desde el punto de vista político. ¡Una locura! El sexo no se puede explicar con política. Lo que pasa es que estas burguesas, las feministas, lo que buscan es una forma de religión. Quieren un dogma y eso es lo que han encontrado en las identidades. Y si la gente contempla la política como si fuera su salvación, su dogma, pues acabas de crear el infierno. ¡Otro!”. La autora de 71 años es consciente de las grietas conceptuales y los privilegios sociales: “Hoy, dos generaciones después, la gente joven de clase media, es blanda e incapaz de sobrevivir. Viven en un entorno protegido, educados para no ser ofendidos. No se les enseña la sucesión de horrores que ha sido la Historia. Sólo se les habla de esta basura identitaria y victimista”. ¿Y la sexualidad, Camille? “El sexo se ha hecho demasiado banal... Creo que hace falta una reasignación de la sociedad contemporánea para que hombres y mujeres vuelvan a valorar los códigos del cortejo. Los hombres y las mujeres ven el sexo de manera diferente. Y éste es otro error del feminismo. Ha abandonado la biología y dice que no hay diferencias entre sexos.Si se crean estudios de género, qué menos que incluir el estudio de la biología, esencial incluso cuando, como sostienen algunos, se trata de una mera construcción social. Por eso yo digo que los estudios de género son mera propaganda y no son una disciplina académica. No hay diferencia entre este discurso y la propaganda fascista durante la II Guerra Mundial. Es mentira que el género sea totalmente una construcción social porque, como expliqué en Sexual Personae, se trata más bien de una intersección entre la cultura y la naturaleza”. En Sexual Personae (Mi Lucha, según Gloria Steinem -periodista americana contemporánea a la autora, activista de los derechos de la mujer referente del movimiento feminista en su país a finales de 1960 y principios de 1970 y evidentemente muy crítica de las políticas de Paglia) escribió que si la civilización hubiera quedado en manos de las mujeres se seguiría viviendo en la cueva: “La gente no lo entendió bien, dice, lo que yo quería decir es que las grandes estructuras fueron producto de los hombres. Y luego hubo mujeres que crearon a partir de esas estructuras. Y las mejoraron”. Sexual Personae fue rechazado en una primera instancia por siete editoriales hasta que la Yale University Press decidió publicarlo alcanzando el primer lugar entre los best sellers y muchas reediciones (“Me sentí Cervantes”, dice la autora al respecto). Aquí ya se ganó la crítica de sus pares: no se sale ileso de su lectura, más bien gratamente perturbado.
Polémica, continúa: “El heteropatriarcado no existe. Es una estupidez que descalifica cualquier análisis. En Occidente, las mujeres no viven en ningún patriarcado. En las sociedades agrarias, más familiares, los hombres miraban a las mujeres más como sus iguales porque hacían mucho trabajo físico. En Nueva York las mujeres eran delicadas y llevaban corsé y tomaban el té. Las mujeres trabajadoras tratan más como iguales a sus hombres y les hablan más claro que esas mujeres de clase media y alta que son incapaces de lidiar con su jefe en la oficina. Se debe a que están educadas para comportarse de una forma burguesa, a moderar su voz a complacer, a ser pasivas. Por eso yo llamo a mi feminismo un feminismo de la calle. Yo creo en las mujeres fuertes, que son capaces de crecer y protegerse solas. No en las que corren a refugiarse en las leyes o en un comité”.
Lesbiana, atea, libertaria, estuvo en pareja con la artista Alison Maddex durante catorce años. Tuvieron un hijo en 2002 -hijo natural de Maddex a quien Paglia adoptó- y a pesar de la separación, hoy continúan una armoniosa relación y la autora ejerce de madre por igual. “Mi vida romántica, cuenta, es no-existente. En los últimos años estuve involucrada platónicamente con una superestrella brasileña”. La superestrella en cuestión resulta ser la cantante Daniela Mercury a quien conoció en una de sus lecturas dictadas en Brasil pero la artista está casada con otra mujer y así es como la misma Paglia considera esta relación meramente voyeurística.
Entre las obras en español de la crítica social e intelectual americana encontramos Vamps & Tramps - Más allá del feminismo (Valdemar, 2001), Sexual Personae - Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson (Valdemar, 2006), Los pájaros (Gedisa, 2006) y Feminismo pasado y presente (Turner, 2018). En inglés original están su tesis académica Sexual Personae: The Androgyne in Literature and Art (1974), una serie de ensayos compilados bajo el nombre Sex, Art and American Culture (1992), Break, Blow, Burn: Camille Paglia reads Forty three of the World’s Best Poems (2005), Glittering Images: A Journey Through Art from Egypt to Star Wars (2012), Free Men: Sex, Gender and Feminism (2017) y Provocations: Collected Essays (2018).
Jessa Crispin, más joven que la Paglia, nacida en 1978, es también crítica social y editora de Bookslut (libro de puta, en su traducción más cercana), un zine ol que editaba mientras trabajaba para Planned Parenthood (la controvertida organización que provee servicios de reproducción y aborto). Nacida en Kansas, la autora ha publicado The Dead Ladies Project: Exiles, Expats and Ex Countries (2015), The Creative Tarot: A Modern Guide to an Inspired Life (2016) y Why I am not a Feminist: A Feminist Manifesto (2017), esta última traducida al español y publicada por Lince Ediciones. Allí cuestiona enfáticamente las nuevas corrientes feministas y no considera a las voces más chillonas al respecto como referentes: “Ni Hillary clinton, ni Beyoncé o Lena Dunham lo son. Las verdaderas feministas son un grupo de strippers que imparten talleres gratuitos a adolescentes enseñándoles a abortar en casa. Es muy complicado abortar legalmente en determinadas zonas de EEUU y lo que hacen estas mujeres es feminismo real. Fuck Beyoncé”, dijo para El País en agosto de este año. Coinciden Crispin (“Lena Dunham no es ni será feminista, es una malcriada que no tiene idea lo que dice”) y Paglia (“Dunham es una neurótica disfrazada de feminista”) en atacar a la actriz quien tras una foto subida a su cuenta de Instagram donde se la ve delgada un año atrás y con más peso ahora, se despacha como defensora de la libertad de la mujer y su apariencia. Un feminismo de cotillón sin más.
Cuenta Jessa Crispin entre risas: “Me había tomado dos copas de vino y por alguna puta razón decidí escribir a un editor de cultura de The New York Times para preguntarle si le interesaba un artículo sobre el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa. Y me dijo que sí. Me arrepentí al instante de mi propuesta”. Pero lo hizo ya que había estudiado a las santas de la iglesia católica durante su formación académica. “Me interesaba cómo habían podido sobrevivir en un ambiente opresivo y prosperar en un plano intelectual. Me obsesioné con Santa Teresa, e ir a Ávila y descubrir una ciudad volcada en celebrar a una filósofa, con estatuas, calles o pastas con su nombre, fue curativo para mí”. Habiéndose ya metido en terrenos aún más pantanosos, Crispin se lía en revueltas religiosas pero retoma para dar su mirada crítica a la actualidad: “Una CEO puede alzarse orgullosa y proclamar su fe en el feminismo mientras sigue externalizando la producción de su empresa en fábricas donde mujeres y niños trabajan en condiciones de esclavitud, mientras sigue contaminando la atmósfera y las reservas de agua con desechos tóxicos, mientras sigue pagando a sus empleadas unos salarios escandalosamente bajos”, escribe Crispin en su última publicación sin contemplar quizá la violencia de género y limitarla a aspectos de poder y abuso del mismo. “Es la idea de que el feminismo es algo que se puede expresar en tu camiseta, en tu bio de Twitter, algo que básicamente es un bien de consumo. El feminismo real es un movimiento que requiere acción, reflexión y el poder construir nuevas estructuras para nuestra vida y nuestra sociedad. Pensar que alguien pueda ser feminista porque lea Teen Vogue, se pegue atracones de Buffy la cazavampiros o lleve un pussy hat rosa (el gorro anti Trump), pero luego trabaje para una empresa malvada y viva en un hogar de familia nuclear, pensar eso es vergonzoso pero es lo que prevalece en la cultura feminista”.
Dior comercializó remeras con icónicas proclamas al grito de The future is female (El futuro es feminista) y We should all be feminists (Todos deberíamos ser feministas) reproduciendo con esta última el título del libro de la autora nigeriana Chimamanda Ngozi a módicos 710 euros. La escritora que inspiró el mensaje feminista de Beyoncé (una foto de la cantante en su cuenta de Instagram donde recrea a Rosie La Remachadora, y de Dior, pidió que se tomara distancia del feminismo académico para lograr un acercamiento a las historias personales. Dice Crispin al respecto: “No estoy totalmente en contra de este tipo de activismo pero no creo que sea revolucionario. Necesitamos al feminismo académico. Necesitamos grandes pensadores para que podamos imaginar nuevas formas de vivir en el mundo. Las raíces del movimiento son importantes, pero de una forma totalmente distinta”. Dice en su Por qué no soy una Feminista que “no somos del todo humanas si solo aceptamos las cosas buenas que hay en nosotras” y que “nos hemos convertido en las perseguidoras, pero, respaldadas por la absoluta certeza de que somos nosotras las perseguidas”, que “esta mentalidad de víctima se convierte en un escudo, y de este modo, no tenemos que analizar nuestras acciones”. ¿Por qué escudarse en el factor de vivir oprimidas es problemático? “Bueno, miren Israel. Israel sostiene geopolíticamente el lugar de la víctima en nuestro mundo. Si los criticas por haber creado un estado apartheid o por sus crímenes contra la humanidad, de repente te acusarán de ser antisemita. Ellos hablarán del Holocausto como justificación de sus crímenes continuamente. Aquí es donde el escudo de la víctima se personifica. No creo que sea sano crear una atmósfera en la que continuamente estás pensando y hablando sobre ser una víctima. Necesitamos darnos cuenta de que las mujeres tienen muchísimo poder estos días, y que no lo estamos empuñando de forma justa o sin causar daño. Las mujeres americanas viven bajo un gobierno (no solo con Trump, empezó antes que él) que financia una guerra sin fin en muchos países. Las mujeres americanas oprimen económicamente a gente de todo el mundo, porque así pueden tener bienes de consumo más baratos. Suma y sigue. Necesitamos dejar de pensar en nosotras mismas como las víctimas, reconocer nuestra capacidad de oprimir a otros y empezar a pensar cómo cambiar esto”.
La presidenta del Banco Santander de España se declaró públicamente feminista: “¿Acaso una mujer que dirige un gran banco mundial puede ser feminista? Ser mujer no te concede un extra feminista. Lo mismo se puede aplicar con otras mujeres que están en puestos de poder. Por ejemplo, en Alemania la líder del partido de extrema derecha es una mujer lesbiana, ¿y es feminista? Estas mujeres dañan la igualdad con sus ideas y decisiones, así que no, no les creo”. Fervorosa mujer de izquierdas, destaca que “el problema del feminismo y el pensamiento político de izquierdas en su sentido más amplio es que no se ha integrado ni el marxismo ni el anarquismo. Pero también es verdad que la sociedad no se toma en serio asuntos como la maternidad y los cuidados y alguien tiene que hacerlo. No hay suficiente cultura sobre el hecho de ser mujer. Incluso entre las mujeres hay un pensamiento muy conservador sobre este hecho de ser mujer, lo que abunda en eso que acabas de comentar. Quizá hay una preocupación excesiva por aspectos exclusivamente femeninos como la maternidad, ya que evidentemente los hombres no pueden parir los hijos. Y es verdad que se sucumbe a una especie de debilidad, pero no creo que esto sea un problema intelectual sino social, puesto que es la propia sociedad la que no te permite pensar en estos temas”.
Catherine Millet es la autora francesa al frente del manifiesto de las intelectuales francesa en contra del movimiento Me Too. La crítica de arte (pronta a visitar nuestro país en el marco del FILBA) es directora de la prestigiosa revista Art Press y además de sus libros de arte ha publicado La vida sexual de Catherine M donde relata sus propias experiencias sexuales de lo más variopintas. En el manifiesto, un centenar de artistas francesas criticaban fuertemente la ola de denuncias en EEUU a partir del escándalo provocado por los abusos de Harvey Weinstein. Aquí parte de lo expresado por las mujeres: “La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista. Como resultado del caso Weinstein, ha habido una conciencia legítima de la violencia sexual contra las mujeres, particularmente en el lugar de trabajo, donde algunos hombres abusan de su poder. Ella era necesaria. Pero esta liberación de la palabra se convierte hoy en su opuesto: ¡Nos ordenan hablar, a silenciar lo que enoja, y aquellos que se niegan a cumplir con tales órdenes se consideran traidoras, cómplices! Pero es la característica del puritanismo tomar prestado, en nombre de un llamado bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y su emancipación para vincularlas a un estado de víctimas eternas, pobres pequeñas cosas bajo la influencia de demoníacos machistas, como en los tiempos de la brujería. De hecho, #metoo ha provocado en la prensa y en las redes sociales una campaña de denuncias públicas de personas que, sin tener la oportunidad de responder o defenderse, fueron puestas exactamente en el mismo nivel que los delincuentes sexuales. (...) Esta fiebre para enviar a los "cerdos" al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, en realidad sirve a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos, los peores reaccionarios y los que creen -en nombre de una concepción sustancial de la moralidad buena y victoriana- que las mujeres son seres ‘separados’, niñas con una cara de adulto, que exigen protección. (...) Los editores ya piden que los personajes masculinos sean menos ‘sexistas’, que hablemos de sexualidad y amor con menos desproporción, o que garanticemos que el ‘trauma experimentado por los personajes femeninos’ sea ¡más obvio! ¡Al borde del ridículo, un proyecto de ley en Suecia quiere imponer un consentimiento explícitamente notificado a cualquier candidato para tener relaciones sexuales! (...) El filósofo Ruwen Ogien defendió una libertad de ofensa indispensable para la creación artística. De la misma manera, defendemos una libertad para importunar, indispensable para la libertad sexual. Ahora estamos suficientemente advertidas para admitir que el impulso sexual es por naturaleza ofensivo y salvaje, pero también somos lo suficientemente clarividentes como para no confundir el coqueteo torpe con el ataque sexual. Sobre todo, somos conscientes de que la persona humana no es monolítica: una mujer puede, en el mismo día, dirigir un equipo profesional y disfrutar siendo el objeto sexual de un hombre, sin ser una puta ni una vil cómplice del patriarcado. Puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un manoseador en el metro, incluso si se considera un delito. Ella incluso puede considerarlo como la expresión de una gran miseria sexual, o como si no hubiera ocurrido. Como mujeres, no nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio hacia los hombres y la sexualidad. Creemos que la libertad de decir no a una propuesta sexual no existe sin la libertad de importunar. Y consideramos que debemos saber cómo responder a esta libertad para importunar de otra manera que encerrándonos en el papel de la presa. (...) Los incidentes que pueden tener relación con el cuerpo de una mujer no necesariamente comprometen su dignidad y no deben, por muy difíciles que sean, convertirla necesariamente en una víctima perpetua. Porque no somos reducibles a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esta libertad que valoramos no está exenta de riesgos o responsabilidades”.
Una sociedad como la francesa que se jacta de estar despojada de puritanismos baratos y muy cerca de un liberación de la que siempre hizo bandera, hoy resulta la más contundente en contra de una parte del feminismo victimario y separatista. Dice Millet: “Nuestra tribuna no aspiraba más que a recordar que no todas las mujeres reaccionan de la misma forma a las agresiones masculinas. Que, si bien la violación es un crimen y el acoso es un delito —condenados por la ley, es decir, por todas y todos—, no percibimos de la misma forma los gestos y actos sexuales, porque no existe nada más individual ni que diferencie de manera más íntima y profunda a cada persona que la relación que tiene con su propio cuerpo y la moral sexual que se forja a lo largo de la vida. No se nos puede reducir a un cuerpo, y me sorprende que se haya utilizado tan poco en los recientes debates la palabra resiliencia. La resiliencia es la capacidad del ser humano de recuperarse después de un trauma. Los juicios por violación suelen ser largos y muy difíciles para las víctimas porque, hasta llegar a que se haga justicia, las obligan a remover sus recuerdos más dolorosos. Por eso me parece tan importante decir y repetir que existen otros modelos aparte de los que atan la psique y el cuerpo, y que dichos modelos pueden ayudar a las mujeres encerradas en su sufrimiento. Nuestro manifiesto recogió numerosas firmas, muchas de ellas acompañadas de testimonios espontáneos de mujeres que habían sufrido agresiones sexuales pero que se alegran de haber podido superarlas, a veces incluso olvidarlas, para vivir hoy una vida amorosa y sexual equilibrada. Esas mujeres son un ejemplo digno de seguir. ¿Había que negarles la palabra de la que se quiso hacer eco nuestra carta?”. Por supuesto que dentro de los márgenes de las divisiones de pensamientos entre el mismo feminismo existe el muy concreto punto de contextualización generacional. Difícilmente una adolescente, por experiencia, por entorno y relaciones pueda estar de acuerdo con lo expresado por este colectivo de mujeres adultas. Continúa la autora francesa: “Durante la polémica suscitada por la publicación de nuestro manifiesto, me han reprochado varias veces una declaración mía en el sentido de que casi lamento no haber sufrido yo una violación, para demostrar con mi ejemplo que es posible superar el trauma. No es una declaración hecha ayer, sino algo que he dicho a menudo, en entrevistas y actos públicos, y, por supuesto, siempre hablaba en mi propio nombre, en el de Catherine M., es decir, a partir de la experiencia de la sexualidad que yo tenía y que había narrado en mi libro. Por eso no está de más que recuerde su contenido”. Se apelará a lo autorreferencial de rigor, como mujeres se referirá a la propia veteranía y así es como cuenta Millet: He tenido muchas parejas; algunos han sido amigos míos durante años, otros eran desconocidos y han seguido siéndolos, hombres que me encontré por casualidad y a los que apenas entreví el rostro. De aquella forma de vivir guardo el recuerdo de momentos excitantes, alegres, felices. Por supuesto, una vez comenzada la relación sexual, alguna pareja resultó decepcionante o desagradable e incluso repugnante. En esos casos, el hombre solo tenía acceso a mi cuerpo, porque mi espíritu se mantenía apartado y no conservaba ninguna huella que pudiera atormentarlo. ¿Qué mujer no ha experimentado esa disociación de cuerpo y espíritu? ¿Quién no se ha rendido a su marido o su amante mientras tenía la cabeza llena de preocupaciones cotidianas? ¿Quién, al contacto entre su piel y la de un hombre torpe, no se ha dejado llevar por el sueño de estar con otro? Yo incluso tengo una pequeña teoría al respecto: creo que la mujer (o el hombre) que recibe la penetración dispone de esa facultad más que quien penetra. Si me hubiera visto forzada brutalmente a mantener una relación sexual con un agresor o varios agresores, no habría opuesto resistencia, pensando en que la satisfacción del impulso aplacaría el instinto violento. Por más repugnancia que sintiera, o miedo a otro tipo de violencia —la amenaza de un arma—, me atrevo a pensar que habría aceptado que mi cuerpo se sometiera, consciente de que mi espíritu seguiría siendo independiente, que mantendría su integridad y me ayudaría a relativizar la posesión de mi cuerpo. ¿Acaso no es el mismo tipo de protección mental al que recurren las prostitutas, que no escogen a sus clientes?”.
Las mujeres no son solamente un cuerpo y por momentos, las radicalizaciones parecieran acercarlo, limitarlo, encerrarlo solamente a eso. Hay una conciencia, un intelecto, un pensamiento -muchos y variados- que dan una suma de voces. Aquí la de las que no comulgan con el común denominador y como las malvadas de las películas, quizá resulten las más atractivas.
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