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Foto del escritorLala Toutonian

Humano demasiado humano

Suplemento de Cultura Perfil

Bowie

Autor: Simon Critchley

Género: ensayo

Editorial: Sexto Piso

Traducción: Inga Pellisa


LALA TOUTONIAN



Porque ya no quedan adjetivos calificativos para David Bowie, Critchley desarrolló un tratado filosófico sobre el artista. Kafka pareciera falto de imaginación frente a las transmutaciones del músico inglés y sus cambios de piel. Esa mudanza continua del ser merecía un análisis del escucha -un oyente culto, sofisticado, angustiado, noble- sustentado por esa “experiencia del anhelo” a la que apela el autor, una premura ética que represente a Bowie. (Spoiler: Bowie representó a la urgencia estética.)

Simon Critchley (Inglaterra, 1960) estudió filosofía y se dedica a la docencia además de colaborar con The Guardian y The New York Times y, claro, es fan de Bowie. Comienza relatando su primera experiencia sexual: corría 1972, miraba Top of the Pops -icónico programa de TV de donde salieron grandes expositores de la cultura pop- cuando sale a escena una criatura de cabellos anaranjados enjutado en una calza brillante. Atónito, Critchley lo observará cantar Starman y ya nada volverá a ser igual en su vida (y en la de millones); sintió, asegura, un fuego solo comparable con el orgasmo. El pequeño Simon tenía doce años.

En poco más de 100 páginas, este escritor-oyente se apodera del yo, el suyo, y todo tiene que ver sobre su vínculo con el escritor-cantante. “La poesía es un paso, un ejercicio en relación con un mundo que se caracteriza por la majestad de lo absurdo, un mundo humano. Por tanto, la distopía de Büchner es la condición de la utopía. Mi única reflexión real sobre Bowie es que su obra es también un paso así. No se arregla una casa que se está cayendo por un precipicio. La distopía de Bowie es, en la misma medida, utópica” dirá Critchley con un absolutismo digno de griegos quienes como él, ya habían estudiado el todo de la nada que les otorgaba esa compleja autoridad.

La música de Bowie nace del aislamiento dice sin equivocarse Critchley pero “no es en absoluto una afirmación de la soledad” y es aquí donde redefine esa experiencia del anhelo a la que apela desde el principio. Las canciones de David Bowie son canciones de amor pero, pero, asediado por la inquietud y la desesperanza. “We can be heroes/Just for one day” (“Podemos ser héroes/Sólo por un día”) canta en ese himno a la brevedad, la transitoriedad del amor, efímero, y nada puede ayudarlo (las drogas duras potenciaban temores). Una, más bien, experiencia elegíaca del amor donde la ausencia ahondará el barranco acelerando vértigos.

Ese anhelo, otra vez, pero del amor, es lo que traducen sus temas como lo destaca el autor en este ensayo tan íntimamente reflexivo donde resume, sin snobismos, que las palabras y la música se apoderan de los cuerpos dice el filósofo, las almas dirá el poeta. Las palabras que tras zambullirse en el universo que crea Burroughs con su cut up, permitirán a Bowie dominar velocidades lingüísticas, hipérboles inesperadas, giros y recursos creativos con tal habilidad que hasta las imágenes se apoderarán de su canto.

Esta edición acertadamente ilustrada por Eric Hanson, se lee entre desánimos y articulaciones de deseos (el fantasma del cantante sobrevuela incluso hasta después de cerrar el libro). Recuerda dónde y cuándo escuchó determinado disco y tal cual los cambios de piel, el autor, reflexivo, nos exhorta a dejarlo ir a Bowie, desde la estética como significante de arte, de belleza, armonía.

En su The Ethics of Deconstruction: Derrida and Levinas, Critchley enfoca en la relación entre filosofía y literatura, en Bowie lo direcciona entre esta doctrina y la música aunque en ambos casos articulados con la problemática, si tal, del nihilismo. Cada apartado compositivo del músico, cuidadosamente estudiados por el autor, desmorona absolutos y no resultan pesimistas los nihilismos sino constructores de un superhombre.


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