Mircea Cărtărescu es poeta, narrador y crítico literario. Está considerado por la crítica literaria mundial como el más importante narrador rumano de la actualidad. El autor de Solenoide, y uno de los nombres siempre presentes en las lista de candidatos al Premio Nobel, mantiene una charla con Lala Toutonian, para indagar sobre las ideas más importantes que recorren su extensa obra: el vínculo con lo real, el peso de lo onírico, la imposibilidad de abarcarlo todo y el constante esfuerzo de intentarlo.
Cărtărescu, (Bucarest, 1956) un escritor que goza de gran predicamento tanto dentro como fuera de las fronteras de Rumania, es uno de los más importantes teóricos del posmodernismo rumano. De su obra poética, que cultivó a lo largo de toda la década de los ochenta, destaca El Levante (1990; Premio de la Unión de Escritores Rumanos), que Impedimenta recuperó en 2015 en una versión especialmente preparada por el autor. Cărtărescu dio el salto a la narrativa con el volumen de cuentos Nostalgia (1993; Impedimenta, 2012; Premio de la Academia Rumana), que se abre con su célebre relato «El Ruletista» (publicado de modo independiente por Impedimenta en 2010). Siguió Lulu (1994; Impedimenta, 2011), novela tortuosa y genial que indaga en el misterio del doble, y que le valió el Premio ASPRO. Su proyecto Cegador (1996-2007), una críptica trilogía que adopta la forma de una mariposa, será recuperada próximamente por Impedimenta en traducción directa del rumano. Se ha publicado el volumen de cuentos Las Bellas Extranjeras (2010; Impedimenta, 2013; Premio Euskadi de Plata de Narrativa), una sátira rayana en lo grotesco que narra secuencias de la vida literaria genuinamente rumanas pero también cosmopolitas, y que se ha convertido en un auténtico éxito de ventas en su país, así como El ojo castaño de nuestro amor (2012; Impedimenta, 2016), un volumen de relatos autobiográficos que sirve como nexo para entender el conjunto de su obra. En 2015 publicó la novela Solenoide (Impedimenta, 2017), considerada su obra más madura hasta la fecha. Sus textos han sido vertidos al inglés, al italiano, al francés, al español, al polaco, al sueco, al búlgaro y al húngaro. Es el autor rumano más apreciado en el extranjero; en 2018 recibió el Premio Formentor de las Letras, uno de los galardones más prestigiosos del mundo literario, y algunos consideran que podría ser el primer escritor en lengua rumana en obtener el Premio Nobel de Literatura. Cărtărescu es uno de los teóricos del posmodernismo rumano. De su obra poética, que cultivó a lo largo de toda la década de los ochenta, destaca El Levante (1990; Premio de la Unión de Escritores Rumanos), que Impedimenta recuperó en 2015 en una versión especialmente preparada por el autor. Lo podemos leer en castellano gracias a la traducción de Marian Ochoa de Eribe.
POR LALA TOUTONIAN
—Hola, Mircea. ¿Cómo estás? Es un honor hablar con vos, en nombre de Filba y mío te doy la bienvenida y agradezco tu tiempo con nosotros. Me gustaría saber cómo estás en estos días tan particulares, cómo estás enfrentando el confinamiento obligatorio, cómo está tu familia, si están todos juntos…
—Tuvimos que estar confinados durante dos meses este verano pero ahora mejoró un poco la situación. Los niños comenzaron a ir al colegio y la situación es un poco menos complicada. Pero yo estoy bien, mi familia está bien y espero que sigamos así durante el invierno y la primavera, espero que todos podamos.
—¿Y cómo te sentís sobre esto? ¿Qué hacés? ¿Escribís? ¿Leés? ¿Podés hacerlo? Por qué hay personas que no pueden hacer nada con respecto a esto.
—Para mi gran sorpresa, comencé a escribir poesía otra vez.
—¡Muy bien!
—Creo que si no hubiese sido por la pandemia, nunca se me hubiese ocurrido escribir otra vez poesía, porque no escribí ni una línea en 30 años. Mi último libro de poesía se publicó hace 30 años. Y mientras tanto solo escribí prosa y ficción. Pero ahora comencé a escribir poesía como una especie de manera de sanarme. Para sanar yo mismo, para deshacerme de mi negatividad, mis malos sentimientos, mis miedos, mi angustia y coloqué todo en los poemas, en un libro de poemas que se acaba de publicar. Así que de cierto modo estoy muy contento con este confinamiento porque regresé a mi primer amor, la poesía.
—Bien, esas son noticias muy buenas. Porque como dijiste se trata de sanar, de una especie de terapia. Shakespeare, por ejemplo, cuando estaba confinado debido a la plaga, escribió El rey Lear. Así que puede ser un buen momento para vos también. Sé que no te considerás como escritor per sé sino como alguien que escribe literatura, pero sí creo que te considerás un poeta, porque la poesía no se trata de simplemente escribir poemas, se trata de sanar. No sé si sabes esto, pero los argentinos estamos muy comprometidos con el psicoanálisis, todos nosotros hacemos terapia. Así que como dijiste, es una especie de terapia. Hablás de tus sentimientos, tus miedos, tus traumas, neurosis. Así que es un modo de sanar.
—Bueno, el escritor que más me gusta, que más admiro es Franz Kafka. Es mi dios. De hecho, él decía que no escribía para publicar libros, eso no le importaba. Escribía para comprenderse a sí mismo. Quería entender su situación, es lo que de hecho dijo: “Escribo para comprender mi situación”; esto para mí también es esencial. Nunca escribí para tener una carrera. No me considero de manera seria como escritor. No me gusta utilizar esa palabra, como dijiste. Yo escribí para sanarme, para conocerme, para comprenderme y para encontrarme. Y también para entender lo que pasa en el mundo, lo que pasa con nosotros, con todo. Me encantaría ser científico, por ejemplo. Me encantaría ser un filósofo, ser teólogo o matemático. Pero no puedo, no tengo un talento en ese sentido. Así que intento comprenderme de la única manera que puedo que es escribiendo literatura.
—Y ahora que mencionás las matemáticas, vi esta entrevista en la que decías que las matemáticas tienen algo de poesía. Para mí es difícil comprender ese concepto. Pienso en eso e imagino solo números para llegar a un fin, como la poesía. ¿Tal vez esa es la conexión?
—Las matemáticas no son para todos, tampoco para mí. No puedo resolver una ecuación. Pero leo mucho sobre las matemáticas y sobre las vidas de los grandes matemáticos como Hoyle y muchos otros que fueron maravillosos. Creo que todos eran poetas, como los grandes científicos o santos, como los iluministas, como Buda o Einstein. Todas las personas que estamos mencionando, para mí, son poetas. Porque la poesía no es el arte de construir versos sino el arte de ver las cosas. La poesía es el arte de comprender el mundo tal cual es. Yo no me elogio a mí mismo como escritor, pero sí soy un gran amante de la poesía. Leo todo el tiempo poesía. Tengo algunos dioses o santos del mundo de la poesía como Rainer María Rilke, creo que es grandioso, pero también muchos otros. Así que mi primera pasión en mi vida siempre ha sido la poesía.
—Así que volviste a tu primer amor.
—Sí, me hace muy feliz ser así. Ser un poeta es un enorme privilegio. Es el privilegio de intentar encontrar la belleza dónde esté y también dónde no esté, dónde las personas no ven belleza. Es fácil ver la belleza de una flor, de una mujer, pero no de una araña o de una galaxia. La belleza está en todas partes y cada búsqueda de la verdad que persigue una persona es una búsqueda de la belleza.
—Sí, estaba pensando en tu obra. En tus sueños, porque se trata de eso. Son la razón de tu escritura. Lo que escribís son como aguas de ensueños, en los que te sumergís y no naufragás y este mundo onírico tiene que ver con la psicología del hombre. Con explorar la humanidad a través de las palabras en esta búsqueda de la verdad existencial. Pero para hacer esto, te adentrás en lugares oscuros. Dijiste que la poesía se trata de la belleza pero también del sufrimiento. También la literatura lo es y también tu obra es sobre el sufrimiento de las personas ¿Cómo le hacés frente a eso?
—Soñar es un regalo enorme que alguien le dio a la humanidad. Si no pudiésemos soñar, tomaríamos la realidad como es. Nunca hubiésemos tenida la idea de trascendencia, porque soñar es cambiar al mundo. Si no soñamos, vivimos todos en el mismo mundo. Pero soñar nos permitió ver que la realidad no es el único mundo en el que se puede vivir. De hecho, nos mostró que la realidad es solo uno de los sueños, nada más. Lo que vemos frente a nuestros ojos es lo que vemos dentro de nuestra mente. Es también un sueño. Hay una fracción de nuestra mente. Muchos sueños son más interesantes que la realidad.
—Absolutamente.
—Me encanta soñar, incluso tener pesadillas. Me encanta ver cosas en mi mente cuando sueño. Creo que lo heredé de mi madre. Es una herencia familia porque mi madre es una mujer muy simple que proviene de un área rural, campesina. Cada mañana cuando mi hermana y yo nos despertábamos, nos contaba lo que había soñado la noche anterior. Y tenía los sueños más maravillosos que jamás he escuchado o leído en la literatura. Es una gran soñadora, una genia del sueño. Yo soy solo un cuarto de lo que ella es. La admiro mucho porque, incluso ahora que tiene 91 años, ella sueña todas las noches y por la mañana, si estoy con ella, me dice “tuve un sueño maravilloso, te lo voy a contar” y comienza a narrar la historia.
—¿Y has usado sus sueños en tu obra?
—Es una muy buena pregunta porque a veces vuelvo a narrar algunos sueños. En Solenoide todos los sueños que narro son reales. Así que los vuelvo a narrar durante la noche. Pero a veces construyo sueños. No recuerdo o narro los sueños que tuve pero los construyo, como los surrealistas. El surrealismo de pintores, escritores, poetas. Ellos no pintaban o escribían su sueño real sino que construían algo similar. Magritte, por ejemplo, o Dalí. No es el sueño real lo que pintaban pero pintaban en la clave de esos sueños por eso tenían tanta magia. Tenían un enigma en cada pintura, poema o canción. Yo también lo hago y me complace mucho cuando logro que una página parezca un sueño que vuelvo a contar.
—Así es. Ahora que nombrás a Solenoide, hay un contraste entre el día y la noche que vive el profesor. Ese es un buen ejemplo de este contraste entre la vida real, los sueños, este mundo paralelo, este mundo individual en el que todos vivimos pero no todos tenemos la capacidad de escribir como lo hacés vos. Por ejemplo, Cortázar también era otro autor que recurría mucho a los sueños y también a las pesadillas. Cuando hablás de los sueños, después volvemos a Cortázar, pero cuando hablás de los sueños, ¿también hablás de las pesadillas?
—Primero diría que no hago una distinción tan estricta entre el día y la noche, entre un sueño bueno y una pesadilla. Todo puede ser una pesadilla o puede ser espléndido. O un sueño de cuento de hadas. No me importa, no me interesa, solo quiero capturar la magia y el misterio de nuestra existencia cotidiana al describir los sueños. Y hablando de Cortázar, es un escritor que admiro muchísimo y creo que he leído la mayoría de sus libros y creo que algunos de sus cuentos son imposibles de superar. Por ejemplo, «Axolotl», es uno de mis cuentos fantásticos favoritos.
—Absolutamente.
—Es una persona esencial en la literatura latinoamericana porque él comenzó todo. Él introdujo el surrealismo en Latinoamérica, en Argentina, hablando de su país y no solo esta acción es importante sino que por medio del surrealismo introdujo el romanticismo alemán en Argentina y en todo el continente. Así que todas las personas que vinieron después, tomaron de él esta especie de magia que recibió un nuevo nombre se acuñó un nuevo término que se conoce como realismo mágico. El realismo mágico es una forma exótica del romanticismo alemán. Y es por ello que él hace énfasis en los sueños porque los románticos inventaron los sueños.
—Esto me lleva a dos preguntas diferentes pero siguiendo con Cortázar diría que muchos de sus cuentos sobre sus sueños como tales, como sueños, no tienen esta alteración del tiempo. Que yo creo, corregime si me equivoco que en tu obra de algún modo es diferente, hay una cronología. Aunque, ahora que lo digo, estoy recordando que en Ántrax, cuando estás en la estación de policía con tu esposa decís que el tiempo pasa más lento, que es estático, algo así ¿verdad? ¿Podríamos decir que esa es una diferencia entre vos y él? Sobre la cronología del tiempo en los sueños, la lentitud ¿Qué pensás?
—El tiempo es muy importante en la literatura. No se trata solo del tiempo real de la historia que se narra sino del tiempo de narración. Cada escritor tiene esto en mente. Que escribe de manera muy lenta, pero el lector lee muy rápido. Así que hay una diferencia entre el tiempo de escritura y el de la lectura. Esto es muy importante para alguien que se está iniciando en el arte de la prosa. Porque un escritor tiene que hacer una especie de escorzo. Por ejemplo, las estatuas sobre los edificios altos de la antigüedad no tenían la proporción exacta del cuerpo humano sino que se las alargaba porque las personas las miraban desde abajo. Así que para representar a una persona real un hombre o una mujer, tenían que ser alargadas. Lo mismo ocurre con el escritor de prosa que no utiliza el tiempo de la misma manera que el lector. Lo que hace es desarrollar, estirar la novela o el cuento porque sabe que luego el lector la corta. Cada escritor debe tener esto en mente si quiere crear un efecto fuerte en los que escribe.
—Por supuesto. Regresando a la otra respuesta que mencionaste antes. Cuando decís que Cortázar tenía estos elementos de la literatura alemana, yo creo que sucede lo mismo con tu obra que por supuesto es literatura moderna. Estos elementos, los gemelos por ejemplo, la similitud, la duplicidad o la transición de una persona, los espejos, bueno, los espejos sería más Dorian Gray ¿Podrías decir que lo que hacés es reformular o deformar el folklore?
—El término folklore me parece un poco superficial porque muchas personas entienden por folklore a una tradición campesina y demás. Pero ese tipo de escritura específica o ese modo de narrar historias desarrolladas por campesinos muy talentosos o personas de la ciudad sin alta cultura preservan elementos de un pensamiento mágico. Esto es muy importante. Cada cuento de hadas, cada balada que cantaban las personas que iban de pueblo en pueblo y que sobrevivían cantando baladas o incluso puede ser la pintura naif de un campesino o las leyendas de distintas personas que vivían en las ciudades y cuentan historias todas preservan mitos antiguos, una mitología antigua. Es muy interesante esta clase de historia. Cuando Mario Vargas Llosa escribió esa novela sobre alguien que viajaba de tribu en tribu en el Amazonas, si no me equivoco, intentando conectar las tribus al contar historias, que definen su mitología. Él pensó en este tipo de leyendas de sabiduría muy antigua que se preserva. Yo utilizo las historias “populares” de los campesinos en mis novelas porque me fascinan los cuentos de hadas. Los cuentos de hadas rumanos, como otros cuentos de hadas son fascinantes, son realmente increíbles. Son los cimientos, las raíces profundas de nuestra filosofía local y he intentado, específicamente en Cegador, capturar esa sabiduría.
—Así es.
—Y estoy muy orgulloso de lo que hice porque me parece que es mi deber como rumano llevar algo de esa sabiduría no escrita de mis coterráneos a la literatura universal.
—Es fascinante lo que estás contando porque estoy pensando en toda Europa del Este que tiene esta mitología o identidad antigua esta cosa tribal que, a través de la literatura vos pudiste traer para el resto del mundo a través de Cegador. El tema de la mariposa que con ambas alas intenta abarcar toda la historia. Es algo hermoso.
—Hablamos de la literatura popular, del “folklore”, al decir eso creo que cada nación tiene su propio estilo o tradición estilística. Yo diría que las maneras de pensar definen el modo de escribir o de ver al mundo. Recuerdo que estaba muy asombrado al leer a Ezequiel Martínez Estrada, su Radiografía de la Pampa, sobre la Argentina, sobre los mitos, la mitología de los argentinos que luego encontré en Borges, por supuesto en muchos de sus primeros libros sobre luchas con cuchillos, sobre el tango y demás. Los argentinos basan sus vidas y su pensamiento en patrones muy antiguos, en mitos antiguos que los definen. Los podemos encontrar en todas partes en Bioy Casares, en Silvina Ocampo, en Sabato y casi en todas partes. Son como aguas subterráneas que nutren a todos.
—Eso es algo maravilloso, porque Argentina es un país relativamente nuevo. Somos todos hijos de inmigrantes de España, de Italia, de Polonia, de Rusia, de todas partes y todos los que nombraste hicieron un gran trabajo. Hablando de Borges, encontré algunos elementos en tu obra. Esa muchacha que aprendía a soñar, creo que Borges podría haber escrito esa historia ¿Es él una influencia para vos?
—No es una influencia directa en mi escritura. Pero en mi madurez, en los últimos diez años comencé a leer a Borges otra vez con mucha atención e intenté hacer pequeños pastiches de sus historias intentando obtener algo de su método. Un método fascinante de una prosa mordaz siendo él de la alta cultura y de todo lo que él sabía sobre todo, bueno él tenía su biblioteca en su cabeza e intenté imitar un poco su modo combinándolo con un poco de Kafka, un poco de Virginia Woolf. Me resultaba curioso ver qué ocurriría después de eso y escribí un poco de ficción siguiendo su método. Estoy muy orgulloso de ello, creo que tiene influencia en mí. Pero no ha sido una de las más importantes. Por ejemplo, Ernesto Sabato fue una influencia mucho más importante. Tengo una gran admiración por él. Creo que puede ser definido como una especie de Dante Alighieri del siglo XX en su trilogía tan potente, pero especialmente en su Informe sobre ciegos. Creo que es una de las obras más maravillosas que jamás haya leído.
—No tenía idea de eso. Estaba pensando en Cegador o en Solenoide, como dije antes, escribiste sobre vos mismo porque hay ciertas cosas que un escritor, un autor o quien escribe intenta leer sobre sí mismo. Hablaste de tu madre, lo acabás de hacer y eso es algo hermoso ¿Ella lee tus libros? ¿Le gusta lo que escribís? ¿Le interesa?
—No me gusta que mis seres queridos lean mis libros. No me gusta y nunca le pido a mi padre, a mi madre o a mis hijos que lean mis libros. Quiero mantener una relación humana, no una relación de un autor con sus lectores. Sé que a la mayoría de los escritores les gusta leer sus obras a sus familiares incluso Kafka lo hacía y muchos otros. Pero yo lo odio. Nunca leo mi obra porque creo que es algo muy íntimo. Creo que podría ser muy doloroso para mí leerle mi obra a mi madre, a mi padre, no quiero. Estoy feliz de que me amen, no por lo que hago pero por quién soy, eso me hace muy feliz.
—Por supuesto. Pero tu esposa es una escritora, escribe poesía, ¿verdad?
—Sí, con mi esposa es diferente. Ella es muy buena novelista y poeta. Leemos las obras que escribimos, pero solo cuando lo terminamos, no antes. Mientras escribimos o en el proceso de elaborar nuestras obras nunca decimos nada. Pero luego le digo “Ioana, ¿podrías leer lo que escribí?”, y lo hace con mucha sinceridad, sin halagarme, con mucha honestidad me dice lo qué le gustó y lo que no. Y yo hago lo mismo con todos sus libros.
—Maravilloso.
—Sí, creo que es ideal para los dos porque confiamos el uno con el otro. Yo confío en su gusto, en su conocimiento de la literatura y si ella dice “Bueno, me parece que este personaje no está bien” yo intento cambiarlo.
—Mejorarlo.
—Sí, trato de mejorarlo.
—Esta es una pregunta personal que tengo porque me resulta muy curioso. Lo que sucedió en «Ántrax», ¿es una historia real? ¿Alguien te envió una carta? Porque tu esposa aparece en esa historia.
—Todo lo que aparece en este volumen, Las bellas extranjeras, es verídico. No cambié muchas cosas, intenté mantener lo grotesco y los eventos graciosos que viví en mi vida. Así que todo, desde «Ántrax» hasta las otras historias El viaje del hambre y las demás, todo es verdad. Es el paradigma de ese libro.
—Sí, porque es un punto de vista muy satírico en todos los relatos, ¿verdad?
—Escribo libros que son importantes para mí y libros que no lo son. Luego de escribir un libro muy largo intento tomarme un descanso y escribir libros más sencillos, con humor, libros infantiles, de cualquier otro tipo. También soy profesor universitario, así que escribo libros académicos. Escribo diarios todo el tiempo y los publico. Escribo muchos tipos de libros. Solo algunos son importantes para mí.
—Cuando te referís a Las bellas extranjeras y hablás de que es divertido, yo pienso que puede ser en sentido chistoso pero también puede ser divertido y extraño. Con el cuento de la servilleta me reí a carcajadas. Estaba sentada sola en mi sillón y cuando me di cuenta de lo que sucedía, no quiero decir lo que sucedía, no podía dejar de reírme. Luego pensé esto es muy extraño. Pero sabemos que el personaje era de Noruega y las personas escandinavas pueden ser muy extrañas.
—Me siento muy halagado de que me digas esto porque yo quiero que las personas se sientan bien al leerlo, que se rían y que pasen un buen momento. No pongo mucho énfasis en este libro, pero me gusta mucho.
—Yo lo disfruté muchísimo. El cuento de la ruleta rusa está en ese libro, ¿no?
—La ruleta rusa es el tema principal de uno de mis cuentos que se llama «El ruletista».
—Sí, «El ruletista». Pero ese no es para nada gracioso. A mí me dejó sin palabras.
—Bueno es parte de mi primer libro de cuentos que se llama Nostalgia. Y de hecho es el primer cuento que escribí en mi vida. Tenía 24 años cuando escribí este cuento.
—Eras muy joven.
—Y escribí toda la colección de estos cinco cuentos entre los 24 y 26 años. Así que es mi primer libro y cuando uno es joven quiere impresionar, quiere tener un debut fuerte. Pero uno también comete errores. Me gusta mucho este libro, incluso ahora, es el libro que más traducciones tiene. Y me gusta porque es mi primer regalo a los lectores. Y uno de los cuentos, bueno, es un cuento muy largo.
—Sí, son novelas cortas de hecho. «Los gemelos» y «REM» es al que me refería antes de la muchacha que tenía que aprender a soñar, es hermoso.
—»REM» es una de las historias mejor construidas que he escrito y estoy orgulloso de él porque era muy joven pero tenía buena intuición. A veces a uno le dicen que es una gran promesa y luego no sabés si cumplirás con esa expectativa.
—Es un libro hermoso, las cinco historias. «El ruletista» es una historia terrible. Para nosotros, los argentinos, es como una especie de mito o algo que solo hacen personas locas de Europa del Este, algo muy extraño. Quería preguntarte algo antes de continuar ¿Es verdad que escribís a mano?
—Solo he escrito literatura a mano. Primero escribía poesía, mucha poesía en la primera década de mi escritura. Publiqué siete libros de poesía. Las personas incluso ahora en Rumania me halagan como poeta y no tanto como novelista. Escribí poesía en una máquina de escribir. Tenía una máquina de escribir.
—Creo que la mencionás en algún cuento, o tal vez en un poema.
—Sí, era una Erika. Mi padre me la trajo cuando tenía veinte años. Estaba absolutamente feliz. Fue uno de los días más felices de mi vida porque la idea de escritor que yo tenía en mi mente estaba conectada con la máquina de escribir. No podía concebir la idea de ser un escritor serio sin una máquina de escribir. En esas máquinas antiguas que ahora son totalmente obsoletas. Escribí poesía en la máquina de escribir y luego comencé a escribir prosa y escribí toda mi prosa a mano, en cuadernos. El hecho de que escribo a mano no me resulta interesante pero lo interesante es que nunca arranco una hoja de lo que escribo. Nunca hago correcciones, la hoja no tiene corrección. Cuando le doy el manuscrito a mi editor, él sabe que no hay que corregirlo, todo está perfecto desde mi punto de vista. Así que las hojas están impolutas, sin correcciones, sin palabras tachadas desde la primera hasta la última página. Cegador tiene 1400 páginas. Lo escribí en cuatro años y no saqué ninguna hoja, muy pocas palabras fueron corregidas. Puedo sacar y mostrar los cuadernos a todos los que no me creen, porque a veces ni yo me creo.
—No escribís tanto, escribís una o dos páginas por día, ¿es así?
—Es así, escribo textos breves todos los días. Una página, máximo dos, pero soy muy constante. Escribo todos los días y paso a paso, poco a poco, como el arte de tejer, como nuestra abuela que teje suéters o bufandas. La forma en la que escribo prosa se asemeja al tejido cuando escribo. Estoy totalmente comprometido con lo que hago, pero luego salgo de mi oficina y dejo de escribir y olvido que soy un escritor. No recuerdo nada, no me interesa y vivo una vida muy normal. Es como tener personalidad múltiple. Soy una persona cuando escribo y otra diferente cuando no estoy escribiendo.
—Esa es una analogía hermosa con el tejido y la escritura. Hablemos un poco sobre dos elementos importantes en tu trabajo, parecés ser una persona muy espiritual y por otro lado hay hechos políticos. Tal vez es una palabra muy grande, pero ¿podríamos decir que sos un sobreviviente del régimen soviético? Todo el mundo sabe lo que hizo Ceaușescu y quería hablar sobre esta generación blue jeans, una especie de movimiento alternativo algo así, en los sesentas o los setentas.
—Bueno yo ahora tengo 64 años. Viví en una dictadura durante 34 años y viví 30 en libertad. Más de la mitad de mi vida la viví en una dictadura. Y sé lo que es. Y nunca lo voy a olvidar ni lo voy a perdonar porque ellos robaron mi juventud y mi infancia y eso es imposible de perdonar. Escribía literatura durante la dictadura sin expectativas de publicarlo. La mayoría del tiempo vivíamos en la clandestinidad los de mi generación, estábamos en la clandestinidad. Leíamos nuestros poemas y no teníamos el deseo de ser autores reconocidos. Todo lo que escribíamos era subversivo contra el régimen y esto nos dio un instinto de libertad. Mi generación, la generación de los ochentas o como dijiste vos, la generación blue jeans, incluso hoy que tenemos más de 60 años somos una especie de símbolo de libertad para la generación más joven y creo que es algo muy halagador.
—Claro, la contracultura. Tuviste que sobrevivir a este régimen y la única manera de hacerlo es escribiendo, eso es maravilloso. ¿Y tengo razón de decir que sos una persona espiritual? Algo que es innegable es que sabés muchísimo sobre la Biblia, así que seguramente la leíste o lees la Biblia en detalle. Vos sos ortodoxo, ¿verdad?
—Sí, fuimos bautizados en esa religión pero vivimos sin religión porque nuestros padres tenían miedo de mostrar su fe porque iba en contra de las políticas del régimen. Así que no nos permitían demostrarlo. Crecí sin religión y recién cuando tenía 30 años comencé a leer la Biblia. No tenía idea de lo que era, pensé que era un libro de plegarias. Para mi sorpresa, encontré la mejor novela jamás escrita. Creo que la Biblia es una gran obra de la literatura, un libro de conocimiento, de sabiduría. Incluso las personas que no creen como los ateos o los agnósticos pueden comprender mucho de la Biblia, porque la Biblia no se trata de la fe, se trata de la belleza.
—Se trata de la sabiduría, como dijiste.
—Se trata del mundo. Es uno de los grandes libros de la humanidad. Y estoy muy contento de haberlo descubierto por mi cuenta. La leí utilizando mi propia mente, sin ningún dogma sin nadie que me dijera qué tenía que entender. Así la leí, como si fuese un gran libro y nada más.
—Hablando de tradiciones rumanas, leí algo muy interesante sobre vos. Algo que sucedió cuando tenías alrededor de tres años, que había una bandeja y tu familia pensó que ibas a ser un carpintero cuando crecieras. Me parece una maravillosa historia, ¿nos la contás, por favor?
—Sí, es muy linda. Claro que no me acuerdo de nada porque era muy pequeño, pero mi madre me la contó. Es una hermosa parábola. Es una tradición en mi país, tal vez en otros también. A cierta edad, tres años, por ejemplo el párroco hace una ceremonia y toma un mechón de cabella y lo corta con tijeras. Y durante esta ceremonia, el padrino se acerca con algunos objetos sobre una bandeja y te permiten elegir entre estos objetos. Es como una forma de adivinar lo que vas a hacer en tu vida. Qué te va a gustar, lo que vas a odiar y demás. Si elegís una copa de vino puede ser una premonición de que serás un borracho. Si elegís una muñeca tal vez signifique que vas a ser un mujeriego. O si elegís una herramienta, significa que vas a ser un trabajador. Pero mi padrino fabricaba ataúdes y en su cabeza tenía siempre un lápiz de carpintero, detrás de la oreja. Llevaba el lápiz ahí.
—Claro, cuando hacen esto (hace el gesto).
—Sí, exacto así lo tenía siempre a mano. Así que lo tenía así, todo el tiempo creo que nació con el lápiz.
—Porque medía los ataúdes.
—Claro, tenía que medir. Así que cuando me mostró estos objetos se inclinó y el lápiz cayó sobre la bandeja. Cuando vi el lápiz lo agarró de inmediato, ni bien lo vi no quise agarrar nada más. Y esto se debe a que mi madre siempre me hacía dibujos. Dibujaba personas, caballos, vacas, me dibujaba todo el tiempo. Así que estaba acostumbrado a ver lápices y me gustaba mucho. Pero a partir del hecho de que agarré un lápiz hice una parábola para mostrar que el destino eligió mi profesión, mi profesión de escritor. Es una historia linda. Tuve que escribir un discurso de agradecimiento para recibir el Premio Formentor de las Letras y creí que al contar esta historia las personas no la olvidarían, que les gustaría y la iban a recordar. Por eso conté esta pequeña historia de mi niñez.
—Creo que es una historia extraordinaria porque tiene que ver con qué sería de tu vida. Vos de hecho elegiste el lápiz y escribís a mano, es una historia maravillosa. Creo que alguien que escribe lo hace debido a sus propias obsesiones. Creo que la obsesión está muy relacionada con la literatura, como en tu caso se trata de los sueños, de mundos paralelos. Pero creo que las obsesiones son esenciales. Y luego de leer tu obra, creo que Lulú, que en Rumanía se llamó Travesti, creo que se trata de una obsesión, de un hermoso y largo sueño. Creo que es mi favorito. Hay una obsesión al final, pero no lo voy a spoilear. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué pensás de las obsesiones en la escritura? Contame algo sobre Lulú, realmente me encanta.
—Quiero agradecerte por ello, porque rara vez ocurre que alguien se acerca y me dice “Me encantó Lulú”. Lulú es el libro más ecléctico que he escrito, pocas personas lo elogian. A mí me gusta porque es sobre algo muy profundo en mí, se trata del mito del andrógino que es un mito central en la tradición Europea principalmente en el romanticismo y el surrealismo. El problema es la naturaleza del adolescente. El adolescente no es un hombre ni una mujer. Es algo en el medio, algo no definido. Algo muy relacionado con el psicoanálisis, con la conciencia. Es un tópico el hecho de que el sexo está en la mente. En Lulú todo transcurre en la mente de un adolescente donde no hay masculinidad, no hay feminidad, solamente androginia. A partir de este tema inventé un caso de estudio. Una regresión a la infancia, en la que un niño nacía con ambos sexos y a la edad de cuatro años los padres tenían que decidir. Decidieron criar un varón, pero la niña oprimida también tiene una voz que necesitaba hablar en voz alta. Lulú se trata de esa niña oculta que habla en el niño. La hermana oprimida que se volvió una víctima. Por eso me gusta tanto esta novela corta. Porque intento llegar al fondo de mi alma, se trata de mi alma, de la parte más profunda. Si hablamos del folklore, en todos los cuentos de hadas hay un castillo y te dicen que puedes entrar a todas las habitaciones excepto una y esa es la habitación más profunda que hay en vos. Yo tuve el valor para entrar a la habitación más profunda en mí. Esto me dio el valor para escribir Cegador. Sin Lulú no podría haber escrito Cegador, Solenoide, Nostalgia y los demás.
—Sí, realmente me gustó. Ahora que mencionás el texto sobre el mito del andrógino, no sé si lo leíste, pero una novela que me gusta mucho de Jeffrey Eugenides es Middlesex, creo que es mi favorita escrita por él. Las vírgenes suicidas es muy bueno, pero Middlesex es un libro muy bien escrito. El tuyo está más relacionado con el romanticismo, un tema que añadís y hace que sea una historia maravillosa. Ahora te quiero preguntar sobre las traducciones, porque siempre es un tema muy difícil de discutir o de hacer. Yo traduzco mucho, todo lo que puedo y es necesario ser un poeta para poder traducir. En Argentina y en Latinoamérica leemos muchas traducciones españolas y a veces es un poco intolerable, para ser honesta. Vos tenés una traductora española.
—Marian Ochoa.
—Marian Ochoa. Sí, gracias. Vos no hablas nada de español, imagino. Pero créeme, lo que ella hace es maravilloso. Es una gran traductora. No sé si ella también es escritora o si es poeta pero podés estar muy satisfecho con su trabajo porque hay cosas que a veces no podemos leer, pero ella captura la esencia de lo que vos escribís. ¿Vos hablás con ella? ¿Cómo trabajás con ese tipo de cosas si no podés comprenderle?
—Yo me considero un hombre muy afortunado. Estoy muy orgulloso de decir que tengo los mejores traductores que se pueda tener de rumano a otros idiomas. Todas y todos son genios. El traductor de alemán, de francés, de todos los idiomas. Marian Ochoa de Eribe es una de las mejores. Admiro mucho a los traductores porque yo también traduzco y sé lo difícil que es, la responsabilidad que conlleva. Es como escribir vos mismo, porque al traducir recreás la obra teniendo en cuenta la cultura y el idioma al que se está traduciendo. También tengo mucha suerte de tener un gran editor en el mundo de habla hispana, Redel, de Impedimenta, quien es muy activo, muy inteligente y una persona muy educada.
—Sí, es un gran editor.
—Él no publica nada que no haya disfrutado. Solo publica lo que le gusta y lo que ama. Por eso es un gran editor. Así que tengo mucha suerte en ese sentido. Creo que la notoriedad de alguno de mis libros en el mundo de habla hispana se debe a mi traductora y a mi editor, les agradezco mucho a ambos.
—Están haciendo un gran trabajo. Borges decía que hay que aprender la mayor cantidad de idiomas posible para leer en el idioma original. Yo no leo alemán y me gusta la filosofía y la literatura alemana. Puedo leer un poco de francés o italiano.
—Hay situaciones tristes en las que un libro no se puede traducir. Yo tengo uno solo de ese tipo, que se llama El levante.
—Sí, lo conozco.
—Este libro no podía ser traducido, solo parcialmente. Se tradujo al sueco, al español, al francés, al italiano pero no es el mismo libro. Porque este libro es un poema que está escrito en verso y en rumano del siglo XVIII. Incluso los rumanos tienen dificultad al leerlo supongo que también lo disfrutan mucho. Pero para poder traducirlo a otros idiomas lo reescribí en prosa. Lo transformé en una novela y esta segunda versión de El levante es la que fue traducida. Fue un proceso muy complejo traducir dentro del rumano y luego a otros idiomas. Creo que Marian Ochoa se superó a sí misma cuando lo tradujo.
—Sí, por supuesto, hizo un enorme trabajo. Podría hablar con vos durante horas y sé que es muy tarde allá. Así que esto es todo. Quiero agradecerte por tu tiempo, por tus palabras tan amables, por toda la obra, por enseñarnos todo esto.
—Quiero agradecer a todas las personas que nos están escuchando en este momento. Quiero agradecerles a todos y todas en Argentina que compraron uno de mis libros, lo leyeron y lo disfrutaron. Gracias, gracias, gracias.
Comments