Memorial Device-Una alucinada historia oral de la escena postpunk en Airdrie, Coathbridge y alrededores (1978-1986), es justamente eso. Salvo que no lo es. Porque es ficción. Es la ficción de una escena que fue. Keenan hizo de una realidad, una quimera. “La vida no tiene sentido, escribe, pero tiene resonancias, fricciones, lugares, fantasmas”. El autor escocés debuta con esta original novela donde esa “experiencia del anhelo” de la que habla Simon Critchley se traduce en narrativa.
Esta ópera prima de David Keenan cuenta con gran trabajo de traducción de Juan Cárdenas quien supo conservar el Memorial Device (This is Memorial Device, en su título original) en inglés. Memorial… es la banda sobre la cual gira la historia, así como device es dispositivo, memorial puede ser desde conmemorativo hasta memorial en un sentido de demanda o ruego. El mismo título entonces hace alusión a ese tonelaje incisivo sin ceder premuras éticas: no hay tiempo para la melancolía. Un periodista decide recrear los últimos pasos del grupo postpunk y deja en carne viva las vivencias, la disidencia sexual, la obsesiva intencionalidad de identidad generacional. El autor arranca la tapa de una caja de Pandora derrumbando paradigmas y despelleja personajes a fuerza de pluma rabiosa, divertida y trágica.
Keenan es crítico musical y ya tiene lista su nueva novela: For the Good Times. Se adivina una forma de urgencia: “Siempre quise escribir ficción y lo sentía como un deber pero la vida misma me lo impedía; especialmente porque pasé años escribiendo sobre música, pero cuando llegué a los treinta y tantos pensé que si alguna vez iba a escribir esas novelas, debía comenzar. No tenía idea de cómo hacerlo y me sentía muy desdichado. Pero hice un pacto conmigo mismo: aunque la escritura se sintiera abismal, la acabaría. Escribiría a pesar de las ideas complicadas de cómo abordarla, y una vez lista, la destruirla. Pensé que si podía escribir con un sentido de desesperanza, crear frente a la destrucción predestinada, tendría lo que se necesita para ser escritor. Efectivamente, después de trabajar durante un año y medio en esa miserable novela, la borré de mi computadora y luego rompí la computadora con un martillo. Comencé de nuevo. En el transcurso de diez años escribí seis novelas con las que estaba muy feliz pero nunca las envié a nadie. Acababa una e inmediatamente comenzaba otra. Cuando terminé Memorial… se la alcancé a Faber & Faber y me hicieron una oferta. Fue increíble. También Sexto Piso. Así que sí, había una urgencia allí después que completé la primera novela con la que estaba feliz y luego me volví un poseso escribiendo. Completé For The Good…, que saldrá en enero, como parte de ese bloqueo insano de diez años de escritura ininterrumpida. Ahora estoy con lo que espero será la tercera, Monument Maker”.
Ross Raymond es el personaje que entrevista a los protagonistas: inevitable pensar en una autorreferencia. “Tal vez me encuentro entre los narradores centrales, aunque de los personajes, mi favorita y la heroína secreta es Mary Hanna. Es la artista más pura, crea en secreto sin necesidad de documentar sus creaciones (una de ellas está en el fondo de un lago en una cantera inundada), es el personaje más distantemente observado en el libro. Estoy enamorado de ella. En términos de actitudes particulares comparto la mayoría de las creencias de los personajes sobre el potencial del arte para visualizar dónde estás y los detalles de tu experiencia como el centro del mundo, para transformar tu realidad por completo”.
Keenan colaboró por años en The Wire y fue fiel cronista de la contracultura británica. Acaso sean estas ficciones una forma de capitalización: “Sí y no. Creo que la escritura musical conforma mi ficción, pasé décadas formulando un enfoque evangélico donde impulsé mi lenguaje hacia una forma de sinestesia con el fin de capturar la energía de la mejor música rock. Quería que mi escritura se mantuviera con la música, en lugar de que simplemente fuera al respecto. Esa fue una gran manera de radicalizar mi voz ficticia. Además, estaba rodeado de personajes extremos y al tocar en bandas me enamoré de la automitificación que es parte de la escena musical. Y la valentía que tomó, también. Realmente no es fácil ser Iggy Pop en Airdrie. Los vi como santos, mártires del arte moderno. Aún así, el libro es una invención completa, más cercana a mi fantasía que cualquier otra cosa que yo haya vivido”.
Cuenta con una estructura particular: cada capítulo toma la voz del personaje saltando una cadencia muy dispar que crea un entretejido definitivo: “Estaba poseído por demonios. Los personajes cobraron vida. Tenía voces en mi cabeza y simplemente me quitaba del camino y les permitía hablar y dejar que se comportaran como querían (incluso cuando lo hacían horriblemente), y así la estructura se desenredó a sí misma No tenía idea de las motivaciones de ninguno. Tenía muy poco control sobre ellos. No quería ser un simple titiritero. Quería vivir con los personajes. Disfruté especialmente cultivar mi lado femenino”.
─Los personajes hablan de un pasado ¿de gloria? sin tristeza pero sabiendo que han hecho historia. Imposible no pensar a Airdrie como Macclesfield (de donde es Joy Division).
─Una de las preguntas centrales que se plantea es si es posible comprender y apreciar completamente la importancia del momento mientras ocurre. ¿O solo otorgamos importancia a las cosas una vez que pasaron? Pienso en Prince cuando canta “A veces deseo/Que la vida no termine/Pero todas las cosas buenas dicen que no duran/Y el amor/Simplemente no es amor/Hasta que es pasado”. ¿Existimos en el momento? Todos miran hacia atrás años después de los acontecimientos y al darse cuenta, wow, eso fue significativo, tomamos el arte al pie de la letra, pensamos que éramos unos perdedores pero en retrospectiva, vemos las energías transformadoras que generamos. Y sí, Joy Division fue clave en términos de mi visión para el grupo.
─¿Ha muerto el rock?
─Honestamente, creo que la era de la música rock como una fuerza cultural revolucionaria está prácticamente terminada. Lo que estamos viendo ahora es, en el mejor de los casos, reelaboraciones inspiradas de lo que ya hubo. Memorial… es elegiaco, por un tiempo que ha pasado. Airdrie ahora es un pueblo fantasma, ya no se siente que la cultura o el arte mantengan una línea. Quizás todo el mundo esté dentro de su casa con sus computadoras. Pero el alcance cultural que alguna vez tuvo la música rock y todas las implicaciones serias que conllevó, ya no existe.
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