Armenios y turcos buscan cerrar su grieta
La coordinadora de la fundación Hrant Dink estuvo en Buenos Aires y visitó la ex ESMA, conmovida por su simbolismo. Cuenta cómo se vive la experiencia de una reconciliación muy compleja.
Lala Toutonian
18-12-2016 02:34
Nayat Karaköse es una socióloga turca de origen armenio a cargo de la coordinación de actividades de la Fundación Hrant Dink, que se dedica a trazar lazos entre turcos y armenios en Estambul. Vino al país en el marco de una gira para investigar espacios de memoria y así poder hacer lo propio en la capital turca. Hrant Dink fue un periodista turco doctorado en Zoología y Filosofía de familia armenia que dirigía el diario Agos, una publicación semanal en idioma turco y en armenio que no limitaba su información a la armenidad sino que refería a acontecimientos locales y mundiales enfocados en derechos humanos y democracia. Casi diez años atrás, el 19 de enero de 2007, un joven nacionalista de 17 años llamado Ogun Samast le disparó a Dink en la puerta de su redacción en Estambul. Y hete aquí las dos realidades frente a lo que se considera un eterno conflicto con los armenios: por un lado, Samast fue recibido como un héroe por la policía que lo detuvo (sendas fotos con amplias sonrisas así lo confirman); mientras que por otro, más de cien mil ciudadanos turcos tomaron las calles de la capital al grito de “Somos todos armenios, somos todos Hrant Dink” reclamando Justicia. “El funeral de Hrant Dink fue más masivo que el de Atatürk”, dice Nayat Karaköse. Mustafá Kemal Atatürk fue el creador de la República de Turquía cerrando así la era histórica del Imperio otomano, perpetrador del genocidio cometido contra los armenios en 1915. Si bien hay fuentes que alinean a Samast con FETO, el grupo terrorista que dirigiría Fethullah Gülen –primero un aliado, luego un enemigo del presidente Erdogan– para responsabilizar al Estado turco del crimen, la verdad es una: Hrant Dink fue asesinado como lo habían sido sus antepasados. La Fundación (www.hrantdink.org) creada a partir de su muerte continúa su misma labor: trabajar para que el turco revea su condición histórica y que el armenio de la diáspora acabe con su odio al turquismo. “Dink dio vuelta el espejo”, continúa Karaköse, “Pretendió que se viera la otra cara, qué era lo que uno y otro estábamos haciendo mal”. —¿Cuál era la mayor preocupación de Dink? —La democratización. Consideraba que sólo a través del proceso democrático las minorías étnicas tendrían voz y así Turquía podría rever su historia: no se puede esconder la verdad por siempre. Como buen hombre de izquierda, su preocupación abarcaba desde la violencia a las mujeres como los derechos humanos. Fue un tipo ordinario que hizo cosas extraordinarias. Presencia de la ausencia. Karaköse está a cargo de la creación de un espacio de memoria en lo que fue la sede del diario Agos (mudaron la redacción dos años atrás) para la preservación de su obra. Allí se conserva su oficina con su escritorio y se ocupó de viajar por Sudáfrica, los Balcanes, Estados Unidos y ahora Argentina y Chile, para ver los sitios dedicados a la violación de DDHH. Así es como en Buenos Aires recorrió los centros clandestinos de detención y desaparición de personas El Olimpo y Orletti y la acompañamos en su visita a la ex ESMA, de donde salió conmovida. Empapada con nuestra historia en materia de DDHH y el accionar militar, considera estos espacios como verdaderos campos de concentración: “Es un lugar muy poderoso, todo se transmite desde estas paredes. Este Museo de la Memoria está impecablemente conservado, es la presencia de la ausencia”. Al día siguiente viajaría a Chile para visitar el centro Londres 38, donde volvió a sentir lo mismo. Licenciada en Sociología por la Universidad de Galatasaray en Estambul, Nayat Karaköse obtuvo su maestría en DDHH en la Universidad de Essex de Gran Bretaña y participó en 2014 del Diálogo Histórico de la Universidad de Columbia en Estados Unidos, entre otros tantos seminarios a cargo. Desde hace dos años trabaja junto a otras sesenta personas (además de voluntarios y extranjeros que se acercan temporalmente a participar) en la fundación. Su padre era amigo personal de Hrant Dink, y su admiración por el trabajo del intelectual y posteriormente el impacto por su muerte fue lo que la llevó a acercarse. “Fue tal el shock, tanto el dolor que me causó su pérdida, que necesité trabajar en su espacio para superar el trauma. Fui a curarme”, explica. Hoy dirige este sitio de memoria y conciencia sobre el trabajo de Dink y todo lo que refiera a pasados históricos violentos para poder crear conciencia. “Dink era el prototipo de avant garde absoluto, odiaba los nacionalismos, por eso esto será un lugar de cuestionamiento. Cuestionar la historia, el accionar humano y sus consecuencias. El era un tipo alegre, muy cómico, que sin embargo, podía hacer llorar al más hombre a la hora de relatar injusticias. Lo más importante: le dio presencia al invisibilizado. Aunque su pasaporte estuvo cancelado hasta el 2004 por presiones políticas, cuando por fin pudo viajar salió al mundo a transmitir su preocupación como todo hombre de izquierda: un hombre universal”. En una Turquía revolucionada con una realidad muy violenta (la entrevista tuvo lugar tres días después del último atentado en Estambul a manos de los kurdos del PKK junto al estadio de fútbol del Besiktas, dejando un saldo de casi 50 muertos y 200 heridos), Karaköse prefiere no pronunciarse al respecto aunque sí demuestra su dolor frente a los acontecimientos y guarda silencio en homenaje a las víctimas: “Erdogan es un reformista, veremos cómo continúa. Tuvo su acercamiento a los armenios cuando oficialmente en 2015 lamentó la pérdida de tantas vidas, y si bien no refirió al genocidio como tal sino que lo hizo en el marco de la Primera Guerra Mundial, estamos hablando de un primer paso. A pesar de todo lo negativo hay una apertura. Se abrieron las puertas y nunca es fácil lidiar con el pasado, esto es el principio de algo. Históricamente, los procesos de paz siempre fueron más difíciles que declarar la guerra”. Apenas un ejemplo de la falta de libertad de prensa a la que se ven expuestos los colegas turcos: el periodista Nedim Sener fue arrestado en marzo de 2011 por sus investigaciones sobre los abusos en el poder político. Aunque, como él mismo destacó, “las persecuciones comenzaron cuando me pronuncié sobre el asesinato de Hrant Dink. Denuncié que ninguno de los policías y oficiales de inteligencia involucrados en la conspiración del asesinato habían comparecido ante la Justicia”. Sabemos que la vida y finalmente la muerte de un estatista tal cobran significado cuando se abre el interrogante: ¿qué ocurrió en el pasado? Contaré una historia personal que me emociona particularmente: una buena amiga comienza sus estudios universitarios. Un compañero le pregunta qué tipo de nombre es el suyo ya que lo desconocía, ella contestó que de origen armenio, a lo que él respondió: “Ustedes deberían haber muerto todos en 1915”. Sin mediar más que un saludo de rigor en el transcurso de los dos años siguientes, ocurre el asesinato de Hrant Dink. El primer mensaje que recibe mi amiga es de este colega, que le pedía perdón y le transmitía su pesar: “Recién ahora entiendo qué pasó en 1915”. En el lugar donde fue asesinado Dink hay ahora una placa conmemorativa: “La gente se acerca a leer qué pasó, si pasan caminando, se paran asombrados. Algunos rezan o dejan flores, otros quitan la basura que puede haber. Es emocionante. Con su muerte, el silencio se hizo voz en la gente y nada es más importante que el poder de la gente. Tenemos un dicho en Turquía: ‘Mientras haya gente, hay esperanza’”, sonríe. Cuando de identidades se trata, el concepto vital ya no es la conservación del ser como tal sino quizá, una sumatoria de experiencias que lo forman, aunque la pérdida de esa misma cualidad se vea amenazada con destruirse. El objeto es proponer una definición sociológica de identidad, y ésta debe enriquecerse políticamente. Son los lazos humanos los que deberían comprender una identidad toda.
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