15/04/2018por
La «Operación Némesis» fue lanzada en 1920 por los líderes de la Federación Revolucionaria Armenia. Apuntaba a vengar, a través de la muerte, a los principales responsables del genocidio armenio. Una historia que vuelve. Una historia que permite pensar la violencia. I El sobreviviente del genocidio cometido contra los armenios por el Imperio Otomano Soghomon Tehlirian, mató de un disparo a Mehmet Talaat Pashá, ex ministro del Interior en 1915. Talaat Pashá había dictado la deportación y aniquilamiento del pueblo armenio. Frente a las anécdotas sobre los avatares vividos y en un acontecimiento sin precedente jurídico, los jueces lo declaran inocente. Esto fue parte de la Operación Némesis orquestada por la Federación Revolucionaria Armenia (Tashnagsutiún), una escisión del Partido Socialista Armenio. Esta es su historia. II Junio de 1921, Berlín, Alemania. Juez: ¿Cómo murieron sus padres? Acusado: Tras el saqueo, nos dispararon mientras íbamos en la caravana. Uno de los gendarmes tomó a mi hermana y se la llevó. “Que me quede ciega” gritaba mi madre, no recuerdo más. Prefiero morir antes que recordarlo. Juez: Recupérese y cuéntenos más sobre esos eventos, es el único que puede hacerlo. Acusado: Me golpearon y vi justo en ese momento cuando abrían el cráneo de mi hermano con un hacha. Juez: ¿Su hermana volvió? Acusado: No, la violaron frente a nuestros ojos pero no volvió Juez: ¿Quién golpeó el cráneo de su hermano? Acusado: Los soldados y los gendarmes. Luego mi madre cayó. Juez: ¿Cómo? Acusado: No lo sé, quizá de un balazo. Juez: ¿Y su padre? Acusado: No lo sé, se lo habían llevado junto a otros hombres. Juez: ¿Qué hizo usted? Acusado: Me habían golpeado en la cabeza y me desmayé. No sé cuánto tiempo pasó. Juez: Habiendo caído quedó en medio de la masacre. Acusado: No sé cuánto estuve así, quizá dos días. Desperté y estaba rodeado de cadáveres. Todos los miembros de la caravana estaban muertos. Juez: Entre los muertos, ¿encontró a su familia? Acusado: Vi a mi madre muerta boca abajo, el cuerpo de mi hermano estaba sobre mí. También asesinado. Juez: ¿Era su hermano mayor? Acusado: No, el menor. Juez: ¿Y sus hermanas? Acusado: No las volví a ver. El diálogo forma parte del juicio a Tehlirian. Puede leerse en 125 páginas que demuestran, sin análisis alguno, por qué no se lo acusó del asesinato del gran visir Talaat Pashá. Nadie nunca sospechó que este pobre epiléptico que sufría de profundas afecciones tras lo ocurrido, con un bajo perfil, muy educado y de clase alta, era en realidad producto de una estudiada operación secreta de la FRA. Entre 1920 y 1922 (el genocidio contra los armenios se continuó sistemáticamente entre 1915 y 1923), se llevó a cabo la Operación Némesis que consistió en el asesinato de políticos y militares que fueron parte del aniquilamiento del pueblo armenio. Shahan Natalie (Hagop Der Hagopian), ensayista y filósofo, y Armen Garo (Karekin Pastermadjian), político -fue embajador de la primera república de Armenia en los Estados Unidos)-, fueron las dos cabezas inspiradoras de la maniobra operativa. Némesis es la diosa griega de venganza, quien, como los participantes de la FRA, castigaba la desmesura y con su represalia dejaba en claro la intención que los mortales no debían trastocar con sus actos el equilibrio del universo. El universo de los armenios había comenzado a desequilibrarse cuando comenzaron las matanzas a fines del 1800. Tras el millón y medio de muertos, la venganza no podía esperar más. Habían fracasado los juicios en Estambul frente a la ausencia de los verdugos fomentados por el gobierno turco y con presencia inglesa donde se los había condenado a muerte. Así como el genocidio armenio fue el precedente de Hitler cuando comenzó su cruenta carrera contra los judíos diciendo “¿Quién se acuerda de los armenios?”, éstos fueron los juicios que dieron pie años después a los de Nuremberg. La lista de los ajusticiados en la Operación Némesis fue el azerí Fatali Khan Khoisky, el primer ministro que había colaborado con el poder otomano. Le siguió el Talaat Pashá en la ciudad de Berlín y luego el ministro del Interior de Azebaiyán Behbud Khan Javanshir en Estambul. El gran visir Sahid Haid Pasha fue asesinado en Roma. La próxima víctima fue el miembro fundador del partido nacionalista Jóvenes Turcos Behaeddin Shakir y el gobernador de Trebizonda -una de las zonas más sangrientas- Cemal Azmi, ambos ejecutados en Alemania y el gobernador de Siria Djemal Pasha en Georgia por su función de colaboracionista. De las más anecdóticas, la muerte de Javanshir fue la más destacada: el armenio Misak Torlakian era el encargado de matar al azerí. Lo esperó en la puerta del hotel donde se alojaba y le disparó dos veces en el pecho. Huyó del lugar y, una vez ya alejado, dudó si realmente habría ejecutado a Javanshir; volvió, ahuyentó a los curiosos que se habían congregado con un tiro al aire y lo remató. Salvo Aram Yerganian que participó en dos de estos asesinatos, ninguno de los otros miembros de la FRA Tashnagsutiún mataron a más de un político. Si bien el concepto de terrorismo no existía, no querían siquiera quedar en calidad de asesinos en serie. De los casi 700 políticos y militares de la lista negra emitida por el partido, solo se liquidó a estos siete criminales. Un verdadero trabajo de espionaje se desplegó entre Estambul y la ciudad americana de Boston, Hratch Papazian fue el joven estudiante que se había infiltrado en las filas del gobierno de los Jóvenes Turcos y fue quien señaló a los culpables (inclusive un armenio que colaboró con el Talaat Pashá también fue asesinado). III En 2012 fue publicado el libro “Un proceso histórico: absolución al ejecutor del genocida turco Talaat Pasha”. El trabajo, editado por la casa de publicaciones EDIAR y auspiciado por el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, contó con un estudio preliminar de Eugenio Zaffaroni. Al respecto, dijo el historiador y amigo de la colectividad armenia en Argentina, Osvaldo Bayer: “Otro triunfo de la verdad histórica es la segunda edición en la Argentina del libro Un proceso histórico, que trata del juicio que se hizo en Berlín en 1921 contra el matador del genocida turco Talaat Pasha, el joven armenio Soghomon Tehlirian. Este estudiante se defendió ante el tribunal alemán sosteniendo el “derecho de matar al tirano”. El genocida había sido el gobernante que dejó que los turcos cometieran uno de los crímenes más horrendos de la humanidad: autores de la muerte de miles y miles de hombres, mujeres y niños de la minoría armenia. Se calcula el número de muertos en un millón y medio. El tribunal alemán, luego de hacer un intenso análisis de testimonios y documentación, resolvió absolver al joven estudiante de culpa y cargo. Un veredicto que causó conmoción en el mundo entero. En el libro que acaba de salir se trae también la opinión de jueces argentinos: del miembro de la Corte Suprema, Eugenio Raúl Zaffaroni; del juez de la Cámara Federal de Apelaciones La Plata, Leopoldo Schiffrin; del juez federal Daniel Rafecas y del juez federal Arnaldo H. Corazza”. No resulta cliché aquella conocida frase según la cual la violencia genera violencia. Todos resultan víctimas y nadie gana. Estas historias datan de alrededor de un siglo y, sin embargo, cargan con la angustiante cuota de realidad y contemporaneidad. Pensar la violencia resulta, cada vez más, una tarea urgente. Es necesario abordarla desde todos los ángulos posibles para poder comprenderla. Es necesario contextualizar la relevancia de los temas (ocupaciones, matanzas, nacionalismos, territorios, deshumanizar a una etnia) y comprenderla en relación directa con el poder.
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